PEQUEÑOS PARAÍSOS, QUE LOS PUEDE HACER UNO MISMO: vamos recalando en lugares donde la felicidad no está en lo que nos vende el marketing

Princesa oriental que te enseña que la acción es el camino de la felicidad. Y más cuando estás en contacto con la Naturaleza. (Foto: You-Tube).

Princesa oriental que te enseña a ver y buscar la felicidad posible en la acción en un paraíso, donde la Naturaleza te invita a gritos. (Anna Bushcraft-YouTube).

PARAÍSO, País de la Felicidad (Especial para EL SOL ABC-Por NANQUE). Cómo debiéramos escaparnos todos los días de esos lazos maléficos que se esconden en la televisión y ahora en las redes, donde todos queremos sobrevivir mirando desde alturas por sobre los otros. Lograr lo que han logrado Picasso, Van Goh, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Cortázar, Berni sin mucho sacrificio… sólo con palabras, mientras ellos no se detuvieron a mirarse en el espejo mientras hacían su obra.

Quizás, esas detenciones nos sacan del camino de la felicidad, que es único y simple. No tiene gritos, sino trinos de pájaros embobados de amor, nubes magnificentes que se mueve como dibujos alados del viento con un fondo celeste intenso que hace de techo oxigenante, mientras los rayos de sol caen sobre una cocina humeante que se prepara para un día pleno de acciones mientras la casa va apareciendo al lado de un arroyo de aguas cristalinas y dicentes de tantos fantasmas que nacen en la espesura.

Creo que es el Paraíso, del que hablan los novelistas, los poetas, copiando la sinergia literaria de Dios. Y allí aparece la enjuta princesa oriental dotada de saberes y una fuerza inquebrantable, que comienza a dibujar en el paisaje mismo, lo que todos quisiéramos pero que no lo hacemos por estar distraídos con tanta basura que nos venden como placebos. Mirarla es un placer, para copiarle en sus gestos cómo es encontrar la felicidad con lo simple, con el pequeño gesto de su perro cachorro que la acompaña.

Nadie me engañará jamás, luego de lo visto y oído.

EVOCACIÓN

ERES…

Difíciles de encontrar, difíciles de hallar, porque uno las mira como un conjunto de verdes brotes a la orilla del camino. Y desde sus esmirriados gajos se expanden y creen en su fortaleza mental que les nace de las entrañas de mujeres puras. Muchos hemos dejado escapar esos pimpollos que valen en una tarde, cuando la casa se está construyendo. Tenemos para aprender de su sudor lleno de células de amor. ¡Hay que cuidarlas hasta el fin!