LITERATURA: Nanque trata de describir con “La inmanencia del Milagro” ese segundo vital en la Historia de Ella

Esa mano. Ese abrazo infinito todavía la sigue cubriendo. Esa Mano de Dios, que también el Diego que la amaba, hizo que el Milagro fuera tan real, que ya nadie puede dudar de que Dios Existe. (Redes-Danna).

SALTA (Especial-EL SOL ABC). Zozobras, zozobras, vivimos todos los días. Ese segundo cuando a todos se nos pararon los corazones, es carne presente para Nanque, que la toma para trabajar con ella como artesano de las palabras para describir ese crucial momento.

Nuestro director no necesita nombrar a nadie, porque cree que es tanta su vitalidad histórica como presente que usted señor lector sabe, de antemano, a quién se refiere él.

“LA INMANENCIA DEL MILAGRO”

Por NANQUE, El Profeta en su Tierra (September-IV-MMXXII)

Ella es como nosotros, de carne y hueso, con un corazón universal. (Foto: Redes).
Sí, señores. Hasta los rusos no la olvidan. Es mundial como Diego, como Lio, como el tango, como Evita y Perón. (Foto: Redes).

Me piteó el tren delante de las pestañas. Un grito singular de una dama estremeció el paso a nivel en Victoria, una tarde calurosa en Tigre. Insensibles ante la felicidad de sentirnos adolescentes, porque yo había cobrado mi sueldo mensual en la empresa que trabajaba. Era octubre de 2000. La feria cerca de la estación de trenes era un mundo multicolor de alegría, ante los artesanos, los vendedores, los payasos, la que ofrece esos bollos calientes. Nada nos detenía en el hacernos bromas con mi changuito de 14 años, que vivía conmigo en San Fernando pensando en probarse en un club grande de Capital Federal.

Sintiendo tener cada día más fuerza que yo, me empujaba con su hombro, como pechándome. Y así íbamos, sin saber, sin especular, porque la idea era irnos a Buenos Aires a ver una obra de teatro en el San Martín. Cuando llegamos a las vías, obviamos la zona de descanso de dicha estación e intentamos por donde pasan los vehículos, que es una avenida ancha. Justo al llegar al borde de la vía, siempre fijándonos para un lado de las vías, nos olvidamos que en Buenos Aires los trenes circulan cada diez minutos en ambas direcciones. Fue como un latigazo que sacudió mi Alma, ese grito de esa mujer milagrosa estremeció mi corazón cuando creí que perdía para siempre a mi amado Marcos, mi hijo que había venido desde Salta.

Nunca pensé que, en ese segundo de inconsciencia, es cuando comienza a actuar esa Mano que comenzó a construirse con la sonoridad infinita de esa hija, madre, novia, abuela, hermana; vaya a saber quién sería esa persona. La perplejidad del miedo, de quedarme duro, ante el monstruo de acero que se apareció del otro lado, por donde menos lo esperábamos. Fue como esa Mano que lo levantó en el aire y lo sustrajo por milímetros a mi hijo.

Y esa noche del jueves 1º de septiembre, cerca de las 21.30, Ella caminaba entre cánticos, besos, pedidos, gritos. Su corazón latía henchido de felicidad, porque ve a su pueblo agradecido palpitar su amor en cada segundo; sí, fueron doce años de eterna felicidad. Y así todos descuidados, cuando desde el lado que nuestra inconsciencia menos espera, se aparece como ese tren de acero que me tocó vivir en Victoria, esta vez disfrazado de una mano asesina que quiere conminar, para siempre, al olvido eterno, a quien diera su Amor, su vida, por tantos de nosotros; que sólo los indolentes, los que no están hechos de carne y hueso, que sólo son el fiel reflejo de una armazón vacía que va a terminar consumiéndose como esa basura que quemamos en el fondo de nuestras casas, no pueden entender que el Amor vence al Odio.

Ya no la pueden matar porque ya es parte de la Historia, como el gran Capitán de los Andes, como el Creador de la Bandera, como el Héroe Gaucho de Salta, como el Gran Restaurador. Vamos a llegar a la infinitud de los tiempos, que en las vísperas del momento final entre los nombres que brillarán en el firmamento estará el de Ella, con su baile alegre y esas lágrimas de verdad cuando ve las injusticias. Sí, muy parecida a cada uno de nosotros.