NANQUE: “Nunca la teoría prevaleció sobre los sentimientos”; de sus conversaciones con un viejo sabio sale esta sentencia

Ma Ho Ito, conversa con Nanque. (Foto: On Soluciones).

SALTA (Especial-EL SOL ABC). Es bueno recordar para los tiempos que se viven, en cómo buscar respuestas de por qué nos pasa lo que nos pasa. Así es que recurrimos a nuestra fuente de luz, que es Nanque que siempre tiene en su buhardilla de experiencias, sus conversaciones con el sabio chino Ma Ho Ito, que bajo las apariencias de un viejo campesino chino siempre tuvo respuestas, hasta de los casos más difíciles.

Por ello hoy damos a conocer una de esas conversaciones, que en muchas partes se asemeja a lo que vivimos hoy: bajo un régimen que nos quiere destruir a todos con burdas mentiras y puestas en escena.

 

CONVERSACIONES

CON MA HO ITO

Por Nanque, El Entrevistador y Caminante (Marzus-III-MMXXIII).

 

Penetrante el olor a campo, como tenue la luz del sol, para llegarme a la aldea valluna del anciano Ma Ho Ito, se avivan ante mis ojos. Bajo el escarpado sendero para apreciar en toda su dimensión la casa del viejo sabio.

Se siente un acariciar de piedras y rocas de aguas cristalinas venidas de montañas poderosas y magnificentes, donde los estereotipos pierden valor. Lo que más me llama la atención es el florido jardín multicolor con todas las gamas. Algunas gallinas y cabras completan el cuadro ante la casa de madera y barro. Es descubrir un pequeño paraíso donde sueña y trabaja este hombre esmirriado, pero con una fortaleza anímica superior. Él todo lo puede, el todo lo sueña, según me cuentan algunos de los vecinos que habitan este lugar cerca de Lhasa, a los que recurro para llegar al sitio que me propuse conocer.

Tiene una gorra de lana de oveja negra y un cayado de caña, con el que golpetea el piso y sus aves y cabras y ovejas saben de la dirección que deben tomar.

Sonríe de felicidad, porque noto que mi presencia no le hace daño. Es amigable y de la misma forma me recibe.

Antes que me diga algo, le pregunto, como una forma de adentrarme en su vida: “Muy hermoso jardín…”, esbozo dándole la mano.

“Es el que me anima todos los días. Es el que pone mis sentimientos a trabajar y a soñar. Cuando huelo una rosa o un jazmín mi sensorialidad está a pleno. Me renueva las esperanzas. Siento que amo vivir, que es hermosa la puesta del sol, o en las noches gélidas la aparición de la mágica luna me anima a cenar con gusto un caldo caliente de gallina. Esa es mi vida, que recién luego de las experiencias vividas he logrado casi en plenitud la felicidad”, me responde y me invita a pasar a una pequeña galería hecha de troncos y chapas.

Allí me cuenta que, por su edad, tiene 95 años, todos los habitantes de esa parte de los valles cerca del Himalaya recurren a él, para preguntarle por el clima, de cuándo deben sembrar, o a veces para que les cure a algunas de sus cabras enfermas o cuando tienen males comunes como el dolor de panza o de cabeza. Con eso y con la venta de sus flores tiene de sobra para comprarse velas o aceite para sus faroles o harina para hacer su propio pan. Es un hombre lúcido, que no denota su edad, por cómo se mueve y conversa.

“¿Usted siempre vivió en este lugar?”, es la pregunta obligada para saber de dónde vino.

“No, vine de la región central de mi país. Sin experiencia, siempre había querido vivir en las grandes ciudades, para casarme y hacer una familia. Para tener mi negocio. Yo nací cerca de Sanghai. Me casé y tuve un solo hijo, que ahora vive en Hong Kong. Mi señora falleció cuando tenía 50 años, víctima de un cáncer de mamas. Fue cuando me di cuenta que las grandes ciudades enferman, así tengas el confort que tengas. Y decidí emigrar a este valle”, me cuenta.

“¿Por qué cree que el hombre en estos tiempos no les da importancia a los sentimientos?”, avivo mi cuestionario.

“Porque está encaminado en su propio exterminio. Cree en teorías irrealizables, poniendo en peligro su propio bienestar. Ninguna teoría es suprema sobre los sentimientos. ¿De qué les valió a los creadores de la bomba atómica y a sus ideólogos destruir ciudades en Japón? Mientras los descendientes de aquellos muertos hoy devuelven en cada acontecimiento de recuerdo de esos nefastos días, flores y amor. Porque los sentimientos son superiores a cualquier teoría, por más lograda o probada sea. Mientras los arrojadores de esas bombas hoy yacen bajo el cemento de sus bóvedas imbricadas de odio, mientras sus descendientes están en pleno proceso de degradación moral y espiritual, y sus ciudades viven en el paraíso de las armas. Es como si las almas de todos los japoneses muertos les arrojaran el karma de su sufrimiento. Mi experiencia y la de millones de hombres en el mundo lo saben, pero no lo dicen”, me responde mientras me convida con un té de hierbas medicinales y trozo de pan de harina de maíz.

A lo que luego agrega, sin darme lugar a una nueva pregunta: “Mis sentimientos de saciedad los alcanzo mágicamente en mi jardín, por eso es lo mejor de mi vieja casa… y así será hasta que el Creador me lleve consigo. Me ilumina regar mis plantas, tocar la tierra con las manos, oler mis flores, ver que las abejas se nutren de las mismas. O cuando los pajarillos trinan para brindarme una dulce melodía gratuitamente, por eso les dejó miguitas de pan para ellos. Eso jamás lo hubiera logrado en una gran urbe. Por eso amo esta tranquilidad, sin radio ni televisión, sólo la conversación de mis amigos vecinos, que me cuentan sus historias, que todas son grandiosas porque no fueron publicadas en ningún texto”.

Finalmente, ante la despedida y luego de haberle pedido un pedacito más de pan, que estaba muy rico, le digo: “Y qué pasa cuando te quieren imponer la teoría por la fuerza; ¿qué debemos hacer?”, le pregunto.

Se sonríe y me agarra la mano en señal de bendición: “Los sentimientos nacieron con el hombre. Son anteriores a cualquier teoría: el abrazar a un hijo o besar a tu esposa o novia mata cualquier teoría de los números y ecuaciones. La perfección la encuentras en el nacimiento de un hijo o en el acto de procrearlo. Por lo tanto, aquél que quiera imponerte alguna teoría, y más por la fuerza, se debilita él mismo, porque nació del amor de sus padres; no es un robot. Hay que dejarlo que se fagocite solo. En ese instante llorará y tratará de pedir perdón, pero será tarde… porque nadie lo escuchará. La unión de los corazones con sentimientos vence siempre cualquier odio”, me acompaña para ayudarme a guiarme para volver al camino de regreso.