Emociones vividas en todos los pueblos y ciudades del país, sin distingos. Todos nos abrazamos tras el logro bien merecido del Seleccionado Nacional de Fútbol y salimos a festejar el triunfo de un equipo que nunca bajó los brazos y se encolumnó tras la premisa de conquistar la tercera Copa del Mundo, que antes se había logrado en 1978 y 1986.
Y aquí nos detenemos, para reflexionar, para decirnos que todo lo podemos si juntamos energías, juntamos ganas e inteligencia tras un objetivo común que es ver a nuestra Patria en el podio de las naciones. Donde no valen los golpes bajos de unos contra otros, en tratar de buscar las malas artes para que al otro le vaya mal, con el fin de objetivos personales o de grupos sectarios, sino que el mensaje es general para que encontremos en ese tirar de la soga de manera conjunta la meta de que al país le vaya muy bien, en beneficio de cada uno de nosotros, los argentinos, y de todo el que habita este bendito suelo.
El ejemplo de la Scaloneta, como bien la definió el pueblo, con Lionel Messi como capitán y señor del fútbol, es una oportunidad única para que todos reflexionemos en favor de dar al país lo mejor que tenemos y de que sentemos las bases para dejar de jodernos entre nosotros.
Hay miles de obstáculos que sortear, pero está en la fortaleza y sabiduría –si tomamos este triunfo magnífico de la Selección de fútbol— de cada uno de nosotros en hacer de cada argentino un hermano al que hay que ayudar a salir, para que sea más fuerte y libre, y sea también un eslabón importante que nos ayude a tener una Argentina más libre, más soberana y sea un faro para la humanidad.
Las mezquindades, los egoísmos, los sectarismos, son taras impuestas o mal aprendidas, que dañan al conjunto y que sólo les sirven a los enemigos del país, que nos quieren ver postrados y con mucha tristeza, para de esa forma esclavizarnos en pos de sus intereses inconfesables.
Si no entendemos esto, estaremos malogrando tremendo ejemplo conseguido cuando todos nos unimos y vamos tras un objetivo común.
