LA FALTA DE ÉTICA Y LA CORRUPCIÓN DE LA CORTE PUEDEN LLEVAR A UNA GUERRA CIVIL

Los cortesanos de las corporaciones pretenden más impunidad para sus amigos y jefes. (Foto: CSdJ).

Hablar de la Justicia en general no es un tema menor. Como tampoco referirnos a la actuación de la Corte Suprema de Justicia. Con sus fallos, contrariando y no respetando a los otros Poderes de la Nación, como la anulación de una Ley dieciséis años después para autodeclararse suprema en su avance hacia organismos como el Consejo de la Magistratura, o haber permitido, luego de arrepentirse, ante el cúmulo de pruebas presentado por la defensa de la Dra. Cristina Fernández de Kirchner, en la causa Vialidad, que la Cámara de Casación volviera a actuar en detrimento de doctrinas y normas como de fallos precedentes, nos permitimos inferir que estamos abriendo los portones para el desasosiego como malestar generalizado de la mayoría del pueblo argentino.

Lo que además acrecienta este marasmo donde nos han metido sujetos vaciados de toda alma y espíritu socratianos, ya que el filósofo prefirió morir antes que corromperse y evitar así una decisión carente de todo sentido ético, moral y justo de que él había corrompido a la juventud ateniense, es la persistencia de estos cortesanos en su afán de ataque frontal contra los poderes del Estado. Así fue llevado a juicio Sócrates por el Máximo Tribunal Ateniense. Es así que nace la palabra “corrumpere”, que es la antecesora de la que proviene “corrupción”.

Pero también en este sentido el catedrático e investigador José Gabriel Coley, de la Universidad del Atlántico, de Colombia, dijo hablando de por qué es necesaria tener una Justicia justa: “En nuestra especie la ley individual del más fuerte de todos contra todos no aplica. Según el filósofo inglés Hubbes, sólo lo social se ha impuesto con y por la razón para dirimir intereses a través del Estado. Su necesidad se impuso para garantizar la paz, la armonía y la concordia en aras del Bien-Estar de la sociedad con su conjunto y para que cesaran los conflictos individuales y de grupos. Así surgieron las leyes a imitación de las buenas costumbres de cada pueblo. Y decimos ‘buenas’, porque garantizaron de diferentes maneras la sobrevivencia, desarrollo y prosperidad de los grupos humanos donde ellas habían surgido, manteniéndose, fortaleciendo y conservándose a los destinos de la república, que era sagrada y todos sus constituyentes y contribuyentes la vigilaban. La corruptela era casi que imposible”.

Casi en sentido paralelo, los jueces corruptos, bajo la esfinge dorada, dictaminan sobreseimientos, dictan normas a espaldas de la nación, pero lo más grave aún, lo hacen a sabiendas. Como una forma de manchar tu rostro con la pestilente sustancia que brota de sus fétidos cuerpos. Como si el Demonio quisiera comerte y envolverte en su infierno, para que todos muramos de muerte natural, imposibilitados y desguarnecidos, para que sólo sobrevivan ellos y sus esbirros. Esto ya es un aquelarre.

Y hacemos mención a Colombia, porque la misma situación de caos y corrupción de las autoridades judiciales y políticas llevaron en las décadas de los 50 y 60 a la pauperización total de las clases medias y bajas de aquel país que tuvieron que buscar la defensa de su bienestar y el de sus familias mediante la lucha armada. No quiera ser, que este sea un plan general orquestado por el Departamento de Estado de EE.UU. y el Pentágono para lograr el desmembramiento y destrucción total de la Argentina, porque sino no se entiende tanta podredumbre.