RELATO REAL: militante feminista describe el desagradable encuentro con el representante del macrismo en Salta, Martín Grande

Martín Grande, diputado macrista, que sigue teniendo muchas contras en la provincia de Salta. Por ello, no la recorre. (Foto: NCN).

SALTA (Especial-EL SOL ABC). Es hijo de un ex carabinero chileno en tiempos del temible asesino y dictador Augusto Pinochet, que tuvo tiempo para venirse a refugiarse a Salta para engendrar al diputado nacional, al que todos conocen como Martín Grande, es descripto de cuerpo entero por Marta César. Una militante de los pañuelos verdes, cuya crónica de ese encuentro demuestra cómo muchos sectores no lo pasan ni con agua y que esta sociedad conservadora guarda en su seno estos rasgos sectarios, dictatoriales y discriminatorios.

Ella, Marta César, publicó esta crónica de este “intragable” encuentro en el portal “La Otra Voz”, que nuestro diario digital EL SOL ABC hoy reproduce:

Lunes 18 de julio de 2022, 11 hs.: El sol tibio de la mañana de invierno acarició mi rostro, cuando salí presurosa de un consultorio médico. El cielo, inmensamente azul de Salta, los árboles desnudos, el andar pausado de la gente del norte o de turistas que disfrutaban, sin apremios, el regalo de la naturaleza, me hicieron desear con fuerzas, las virtudes de Margarita Abella Caprile para encontrar un modo de habitar –con versos– ese momento mágico.

11.10 hs: Caminé unas cuadras, repitiendo el ritual existencialista de palpar el ahora, de conectar con mi subjetividad y pensar-sentir, esta pared es rugosa, esta es lisa y suave, este árbol es viejo, este otro, nuevo. Estoy cruzando la calle. Escucho bocinazos. Una música lejana, que no identifico. Creo, que estoy viva.

11.20 hs: Traté de ordenar las prioridades para el resto de la mañana: hacer reclamo en un banco, pasar por alguna pescadería, reunirme con una sobreviviente de abuso sexual y violencias de género, económica e institucional. El reclamo al banco puede esperar-me dije- y fui al encuentro de la compañera.

12.15 hs: Más cerca de la pescadería que del banco, encaminé mis pasos hacia allí. El cielo brillaba con el azul intenso del lejano océano Atlántico –que siempre añoro– y la tibieza del sol de la mañana, devino en calor cenital. Pensé en la descripción magistral en imágenes, que pueden realizar quienes aman y saben de fotografía: ’’La hora azul’’. He tenido – siempre- como una ráfaga vital, la experiencia de “La hora azul’’, cualquier día, a cualquier hora, en cualquier lugar. Después de décadas, aún me inquieta recordar, las imágenes bucólicas de los pueblitos rurales del sur de Santa Fe, cuando afrontaba en auto, la larga travesía entre Salta y Buenos Aires.

Escuchar a una sobreviviente de todas las violencias, es desolador, aplastante. Aún, cuando esa rutina dolorosa, haya formado parte de mi vida. Después de esa entrevista, la magia, se rompió por completo. Es inaceptable que la indiferencia social, la naturalización de todas las violencias, las ruidosas ausencias de todos los Estados, la complicidad de quienes tienen el deber de comunicar y no lo hacen, sitúen en estado de absoluta orfandad, a tantas niñas, mujeres, mujeres lesbianas, travestis, trans, no binarias+, en el terreno de lo desechable, en el espacio inalcanzable, de la ciudadanía plena.

12.30 hs: Mientras compraba, con celeridad —al ritmo de mi vida– acumulando en un pequeño canasto de plástico, arroz, condimentos, postas de pescado, algunas raciones de mariscos para intentar una modesta comida mediterránea para familiares de visita, sentí – –contra todas mis creencias– la invasión de mi espacio vital por un halo maligno. Giré la cabeza y ahí estaba el ex diputado nacional por Cambiemos, Martín Grande, el eterno candidato de lo peor de la derecha, el que se volvió empresario gracias a las millonarias pautas de los Estados; el que, recibiendo pauta de los Estados, no trepidó jamás, a la hora de criticar y vociferar contra empleados públicos, pueblos originarios, docentes, personas trans, obreros de los ingenios, trabajadores desocupados, mujeres, que debieron tomar las calles, hasta hoy, por sus derechos.

Recordé el episodio protagonizado en 2006 por el entonces presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez en el estrado de Naciones Unidas, cuando afirmó haber sentido olor a azufre, comparando al ex presidente George Bush  ––quien había hablado el día anterior– con el diablo.

Grande, cuyo apellido es un oxímoron en sí mismo, porque es pequeño de intelecto, pequeño para pararse frente la inestable realidad global, pequeño en ideas y proyectos, pequeño y retorcido cuando se trata de derechos de pobres y excluidos, fingió no verme cuando me acerqué a reclamar por su permanente discurso golpista contra Cristina Kirchner.

_ Lo hiciste antes, lo hiciste mientras fuiste diputado nacional por el voto popular y lo seguís haciendo ahora. Pedís que caiga Cristina -le dije, queriendo incrustar en su cerebro, alguna mínima idea de democracia. Con su sonrisa, entre estúpida y cínica, contestó algo ininteligible. Es su pobre vocabulario, al fin.

_ Nadie salió a marchar para que dejaras tu banca, pese a tu pésima gestión en el Congreso de la Nación -continué. E hice la pregunta inútil: _ ¿Por qué vos, justo vos, seguís promoviendo el discurso golpista contra un gobierno que fue elegido por el voto popular?

_ Al que le queda poco tiempo -respondió, en tono amenazante y conteste a su ideología.

Convencida que no se puede hablar con una piedra, continué con mis compras. El hombrecito en cuestión, pagó la suya y se fue. Para ingresar al local, segundos después solo para intentar molestarme, con tono sarcástico que, en personas como yo, producen el efecto del discurso de un clown (quedó patéticamente claro que no me conoce), escupiendo un: _ “Se ve que a vos la crisis no te afectó’’ -idiota y corto de entendimiento, pensé.

Mientras intentaba escapar, lo tomé del brazo (no estaba dispuesta a que dijera lo que quisiera y se fuera) y lo forcé a escuchar algunas de mis reflexiones –que no pretendieron ni pretenden ser tomadas como verdades, por esa formación estricta que me señala que la construcción de la verdad, es colectiva: _Sos un crápula, beneficiado por el Estado -le arrojé en la cara. _ No sabés que tengo familiares directos, viviendo en Estados Unidos y Europa. ¿Qué carajo te hace pensar que seré yo quien pague un miserable ticket de compras? -le obligué a prestar oídos. Mientras me pedía –miserablemente- que lo soltara.

Se fue, huyendo, casi corriendo, como un cobarde, mientras le gritaba que, se hizo rico, con pautas millonarias de los Estados. Que las sumas millonarias que él cobró –con dudas si las sigue cobrando o no– son el hambre en comedores comunitarios (que visita sólo en épocas preelectorales), hambre y muerte en los pueblos originarios, falta de asistencia a niñas, mujeres, mujeres lesbianas, travestis, trans, no binarias. Los millones que Martín Grande (hombre pequeño) cobró a lo largo de su vida, en concepto de pauta estatal, como operador de los gobiernos de turno y grupos de poder, lo volvieron empresario. Con años de periodismo social, sobre mis espaldas, vaya si conozco los vericuetos, para hacer millones. En el pasado, tuve más de una reunión ambigua con distintas personas, quienes creían que el poder, sería para siempre. La vida, es una permanente elección. Qué suerte que mis elecciones de vida, no me acerquen a personas como Martín Grande.

13 hs.: Cuando salí de la pescadería, experimenté sentimientos encontrados. Entre molesta y satisfecha, recordé el ‘’Hombre Pequeñito’’ de Alfonsina Storni, poema maravilloso si los hay, en el que las metáforas, hablan sobre hombres-machos, como Martín Grande, quienes pretenden, a través de acciones y discursos del medioevo, coartar las libertades y derechos de los grupos emancipatorios, especialmente, del movimiento de mujeres, mujeres lesbianas, travestis, trans, no binarias+ y organizaciones de Derechos Humanos.

Me pregunté una y otra vez, cómo, un ser pequeño, mezquino –como Martín Grande—quien, frente al micrófono, ante situaciones alentadas por los medios hegemónicos, contra gobiernos populares, tuvo, más de una vez, orgasmos de golpismo explícito, fue votado para ocupar una banca en el Congreso de la Nación, en nuestro nombre. Lugar, en el que tuvo intervenciones vergonzosas que engrosarán la historia de todo lo que está mal. Salta fue una de las dos provincias que, en el devenir de la democracia, votó a la gobernación, a un militar de la dictadura. En ese contexto, hay que leer su elección.

Martín Grande, el que alentó y justificó las terribles represiones de los gobiernos de Menem y Romero, cuando víctimas de las políticas excluyentes, economicistas y monetaristas de entonces, los trabajadores desempleados, petroleros, integrantes de pueblos originarios salieron en multitudes a cortar las rutas, exigiendo pan y trabajo. Él, que defendió el relato oficialista, aún después de los muchos crímenes, perpetrados contra luchadores sociales. Grande (hombre pequeño) fue el que organizó marcha contra un gobierno popular para que se votaran en el Congreso de la Nación, normas propias de las dictaduras, junto al falso ingeniero Juan Carlos Blumberg, el que, cuando morían millones de personas en el mundo por la pandemia CoVid19, marchaba todos los sábados, primero, esgrimiendo que la pandemia era un invento del gobierno nacional, luego ,contra las vacunas, después, promoviendo públicamente, el uso del dióxido de cloro, cuestión que le valió la denuncia judicial, del diputado nacional Rodolfo Tailhade, siempre pidiendo la destitución de Cristina Kirchner.

No me sorprende que, desde su mirada clasista, racista, discriminatoria, violenta, haya intentado ironizar que una trabajadora pueda hacer una compra de pescado y un poco de mariscos, sin saber quién ni cómo se pagaría. Los necios y sus prejuicios.

Martín Grande, un violento, de precariedad intelectual absoluta, quien debió tomar capacitación en el INADI, por sus constantes ataques a las identidades sexuales y de género diversas, quien insultó a una fiscala del Ministerio Público Fiscal de Salta, llamándola ‘’atorranta’’, quien, al aire, dio a entender que conocía el entramado de corrupción en la Municipalidad de Salta –gestión Gustavo Sáenz, en el caso de las llamadas ‘’ facturas truchas’’– y no realizó la denuncia penal correspondiente, con pretensiones admonitorias. ¡Habrase visto, tamaña caradurez!

La escritora feminista italiana, fundadora del colectivo La Rivolta Femminile, Carla Lonzi, escribió en los años ’70 el libro ‘’Escupamos sobre Hegel’’, una serie de manifiestos en que puso en discusión, el sistema patriarcal, las teorías psicoanalíticas, las teorías de Hegel y Marx, el rol de las mujeres en la dictadura del proletariado. Pues, es hora, que las feministas actuales, comencemos a escupir sobre los nombres de quienes sostienen y alimentan un sistema que excluye, violenta, discrimina, mata.

Diseccionar el nombre y acciones de seres sociales y políticamente dañinos como Martín Grande, se recordará –a no dudarlo– como otros de los aportes de avance del colectivo feminista, en Salta y el país.