OPINIÓN: Menem fue el que entregó la llave para el dominio total de EE.UU. sobre Argentina

Menem le infligió un terrible daño al país, con la idea de llenar sus bolsillos y el de su familia. No mereció jamás el reconocimiento que le hizo el Gobierno actual. Prueba más clara: el pueblo de Río Tercero no adhirió al duelo nacional por su muerte. (Foto: Twitter).

BUENOS AIRES (Especial-Prensa Obrera-Por Rafael Santos). Presidente durante dos períodos (1989-1999), fue una figura política fundamental en la Argentina pos dictatorial. Llevó a cabo grandes reformas reaccionarias, antiobreras y proimperialistas que el gobierno militar no había logrado terminar de imponer. Lo pudo hacer porque contó con el apoyo activo del movimiento nacionalista burgués, el peronismo en todas sus variantes, la burocracia sindical que traicionó y frenó los fuertes intentos de resistencia de los trabajadores e incluso de sectores de la izquierda (como el PTP-PCR).

Para ganar su primera presidencia Menem realizó una campaña con eslóganes populistas. Fue a las minas de Río Turbio, bajó al último socavón y, desde allí, declaró que iba a producir una “revolución productiva”, insinuando una política de inversiones en las empresas estatales y creación de puestos de trabajo. Cuando asumió el gobierno privatizó la mina.

 

Habló de un “salariazo” e impuso un récord histórico de desocupación y miseria

Esta verborragia seudopopulista no fue una improvisación. Menem la desarrolló toda su vida política. Con los militares bajo el golpe: fue amigo del asesino almirante Massera mientras hablaba sobre derechos humanos. Desde su puesto como gobernador de La Rioja cultivó sus relaciones con diversos grupos empresariales no sólo de su provincia, sino nacionales e internacionales, mientras se ponía un poncho y hablaba de los desposeídos, etc. En 1986, el senador yanqui Edward Kennedy viajó a La Rioja para corroborar la profundidad de los dichos antiimperialistas de Menem. Se retiró de la entrevista elogiando al riojano, quien a partir de ahí morigeró un poco el tono de sus arengas contra los yanquis.

El gobierno de Alfonsín tuvo que adelantar las elecciones de 1989 de octubre a mayo, por el estallido de una catástrofe económica. El país entró ese año en recesión, default de la deuda, devaluación e hiperinflación, atizando el descontento social y pavimentando el camino a la campaña verborrágica de Menem y a su triunfo electoral. Este ganó la elección. El conjunto de la izquierda o apoyó su campaña o tuvo expectativas en el “carácter popular y nacional” de Menem.

El PO denunció la farsa de la campaña menemista y su tendencia a una “coalición” con la derecha proimperialista planteando “si vota por Menem le sale un… Alsogaray” (Prensa Obrera, 28/3/1989). Alsogaray era expresión del derechismo neoliberal. Muchos sectores políticos tomaron esta denuncia como un brulote de una política sectaria del PO. La coalición Izquierda Unida (PC-MAS) no se quiso pronunciar sobre a quién votarían en el Colegio Electoral sus representantes en caso de ser elegidos. Era vox populi que el PC estaba negociando volcar sus votos a favor de Menem contra la “derecha”. No hizo falta, porque Menem ganó una mayoría propia. Efectivamente hizo una coalición con Alsogaray y la plataforma “neoliberal”.

El hambre se enseñoreó en los barrios populares, provocando movilizaciones y asalto a supermercados. Alfonsín proclamó el estado de sitio y montó provocaciones contra las fuerzas combativas y de izquierda. Nuestro Partido Obrero fue especialmente perseguido, nuestros locales allanados y parte de la dirección fue apresada y puesta “a disposición del Poder Ejecutivo” (Altamira, Rath y Capurro en la propia Casa Rosada, Cata Guagnini, Goyo Flores y Rieznik en el local Central).

 

No pudiendo dominar el desarrollo de la conflictividad popular y la falta de apoyo burgués, Alfonsín pactó su renuncia con Menem y el adelantamiento de la asunción del segundo, de diciembre a julio. Este pacto vino acompañado por el compromiso de la UCR de aprobar en el Congreso los proyectos que presentara el nuevo oficialismo.

Se constituyó un régimen de coalición burguesa peronista-radical-alsogaraísta que sacó un conjunto de leyes reaccionarias (Reforma del Estado, etc.) de privatización de empresas públicas, postración frente al FMI y los banqueros usureros, ataque a los derechos de los trabajadores, etc.

 

La clase obrera lo enfrentó

Los trabajadores que, en su mayoría, habían votado a Menem no vacilaron en enfrentarlo cuando empezó a llevar a la práctica su programa de entrega y ajuste. Cuando Menem puso en marcha en 1990 la privatización de la empresa telefónica (ENTel) los trabajadores fueron a la huelga general por tiempo indeterminado. Menem, ante la contundencia del paro, tuvo que enviar militares para mantener un mínimo funcionamiento en ciertos servicios. Después de 50 días de huelga y movilizaciones, aislada por la CGT, la huelga fue traicionada y levantada fraudulentamente por la dirección burocrática. A esto le siguió la privatización-concesión de los ferrocarriles. Aquí también las burocracias de la Unión Ferroviaria y La Fraternidad desorganizaron una lucha de conjunto, la que quedó en manos de una amplia vanguardia nucleada en las seccionales rebeldes. Así fueron entregadas una por una las empresas estatales a la privatización a favor de grandes capitalistas. Aerolíneas, Siderúrgica Somisa, Gas del Estado, petrolera YPF, los canales televisivos, etc. El conjunto de la burguesía acompañó esta política.

 

La burocracia sindical empresaria

La burocracia sindical peronista fue cómplice directa de estos planes de entrega. Ibáñez, secretario del sindicato petrolero (Supe), hundió los principios de resistencia de los petroleros. Había ido como candidato en la lista de Menem. Toda la burocracia fue cómplice de la entrega privatizadora. Menem dio un paso más en el proceso de regimentación de las burocracias sindicales: transformó una parte de ella en empresaria. Con las privatizaciones armó un programa de participación de las burocracias en el directorio de las empresas (Propiedad Participada, etc.) y una serie de negocios paralelos de tercerización. “Cooperativas” súper explotadoras de obreros despedidos, etc. Este plan saltó al conocimiento de la opinión pública con la lucha de los tercerizados de FC Roca, en la cual fue asesinado nuestro compañero Mariano Ferreyra.

 

La deuda

Las privatizaciones con su ola de despidos fueron acompañadas por un agravamiento de la deuda externa. La adhesión de Menem al Plan Brady significó en primer lugar el reconocimiento de una deuda acusada de falsificada e ilegítima y la reanudación del pago de la misma. Los “compradores”-privatizadores de las empresas públicas lo hicieron pagando precios irrisorios: abonando los montos fijados con bonos defaulteados, que cotizaban una quinta parte de su valor de emisión en el mercado mundial, pero fueron aceptados a su valor nominal. Sobre esa base el FMI y la banca mundial aceptaron una reprogramación del pago de la deuda, con altísimas tasas de interés. Planteaba una tasa de interés variable calculada por los bancos a los que debía someterse la administración argentina. Lo concreto es que la deuda externa de 96 mil millones de dólares en los inicios del menemato, terminó con 145 mil millones de dólares al final del mismo. Luego de 10 años de remate de empresas públicas.

Cualquier semejanza con el gobierno Macri y con las negociaciones que ha cerrado el actual gobierno Fernández-Fernández con el FMI y los bonistas usureros no es casual.

 

Contra las jubilaciones

Una de las grandes “transformaciones” antiobreras impulsadas por Menem fue la privatización del sistema jubilatorio. Esquilmando las cajas estatales creó las AFJP, compañías de seguro privado, basadas en el depósito-“ahorro” de las contribuciones de los trabajadores. Se trata de una actividad parasitaria la de esas AFJP que de entrada descontaban 10/15 % de los aportes obreros a “su cuenta”, como gastos administrativos y comisiones por gestionar el dinero obrero. Luego se dedicaban a comprar bonos del Estado o a realizar “inversiones” en acciones de empresas privadas, fuente de todo tipo de desfalcos (compra a la alta, venta a la baja de las mismas). Las “jubilaciones” privadas eran menores a las estatales (al día de hoy aún se encuentran varias decenas de miles que cobran las llamadas “rentas vitalicias” de miseria). Para hacer esto posible Menem contó con la complicidad “empresaria” de las burocracias sindicales que crearon sus propias AFJP y de la centroizquierda (PC, el actual diputado del “cooperativismo” Carlos Heller, enrolado en el oficialismo).

Reestatizado años más tarde el sistema, la burguesía, sin embargo, persiste en que el régimen previsional se transforme en un sistema asistencial. Eliminando los aportes patronales. Quiere que se sostenga sólo con el “ahorro obligatorio” de los trabajadores. Que desaparezca como integrante del salario (diferido) que deben pagar las patronales. La reforma jubilatoria en marcha sigue bajando el monto a pagar a los jubilados, mientras las patronales gozan de crecientes reducciones de sus aportes a la ANSES.

 

Surgimiento del movimiento piquetero

La desocupación dio un gran salto bajo el menemato. Pasó del 7 % en el inicio de su mandato al 15 % al finalizar el mismo. Se instaló definitivamente una miseria social que más de dos décadas después no ha logrado ser superada. Fue producto de las privatizaciones menemistas. Derrotadas-traicionadas por la burocracia las luchas obreras contra las privatizaciones, la resistencia de los trabajadores se manifestó por otras vías. Dialécticamente, la ofensiva menemista provocó la formación de los “piquetes” de los obreros desocupados y combativos con cortes de ruta contra la miseria provocada por la crisis del capital. En junio de 1996 estallaron los cortes de ruta de Cutral-Co (Neuquén). Los obreros petroleros despedidos años antes ganaron las rutas contra la miseria. La reacción y la crisis capitalista detonó la acción militante de los obreros despedidos. Los piquetes surgieron al margen y enfrentados a las burocracias sindicales entregadoras. Inauguraron un nuevo protagonismo obrero, el de los desocupados. Menem, involuntariamente, fue el artífice de esta creación combativa. Para frenar esto, el kirchnerismo primero, el macrismo después y ahora Alberto Fernández se lanzaron a un trabajo de cooptación de direcciones piqueteras colaboracionistas.

 

Corrupción contra el pueblo

Toda su política fue reaccionaria y antiobrera. Aumentó los impuestos al consumo (IVA) del 19 al 21 % que paga el bolsillo obrero, etc.

Desde ya no tocó la renta de la oligarquía agraria: colocó inicialmente como ministro de Economía a un miembro del directorio de Bunge y Born ligado a las exportadoras agrarias. (Luego, ya fuera del gobierno, fue llevado enfermo desde una internación hospitalaria para que votara contra la resolución 125 que incrementaba las retenciones agropecuarias.) La Justicia, luego de décadas de cajoneo, reconoció hace un par de años un desfalco de Menem por más de 100 millones de dólares, por haber “regalado” a “precio de remate” los terrenos fiscales, donde está instalada la sede de la Sociedad Rural, en Palermo.

Este último hecho de corrupción no fue un rayo en cielo sereno. Bajo su mandato la corrupción se enseñoreó. Se rodeó de corruptos: creó un sistema de corrupción estatal, que su ministro de Interior, Manzano, justificó bajo el lema del “robo para la corona”. Gran parte de estos negociados eran de carácter mafioso. Los atentados a la Embajada de Israel y la Amia -e incluso el “accidente” contra la vida de su hijo- fueron denunciados como ajustes de cuentas entre grupos mafiosos. Lo concreto es que nunca se pudieron esclarecer estos hechos y establecer la “conexión local” con los mismos. Fueron obstruidos los caminos para hacerlo.

El contrabando de armas a Ecuador, Croacia y Bosnia bajo su mandato está asociado al estallido de la fábrica militar de Río Tercero. Como en otros casos nunca se pudo averiguar la causa de esto, pero sirvió para tapar faltantes y comprobantes al costo de vidas humanas.

La prensa festejó su práctica de “bon vivant” celebrando sus relaciones con la farándula y farandulizando su actuación gubernamental. Todo le era “perdonado” (regalo de una carísima Ferrari deportiva, etc.) al hacedor de la política “modernizadora”, entreguista y antiobrera que ejecutó.

Su reaccionarismo se evidenció en todos los campos. Decretó el indulto a las condenas de los comandantes en jefe de la represión dictatorial. Condecoró al dictador chileno Pinochet. Impuso una “reforma educativa” resistida por maestros y estudiantes, que institucionalizaba el traspaso a las provincias de colegios terciarios y secundarios, quitándoles el apoyo del presupuesto estatal; atacó la educación universitaria estatal (arancelamiento de los posgrados, etc.); propugnó la pena de muerte, entre otras. (Sigue…)