HOMENAJE A NUESTROS PRÓCERES: tanto Belgrano como Güemes procedieron de familias adineradas, pero su norte siempre fue defender su Patria de las potencias extranjeras

General Manuel Belgrano uno de los baluartes de la argentinidad. (Foto: Revista de Historia).

BUENOS AIRES (Especial para EL SOL ABC-Por Servando Sanmartín). Hoy recordamos a nuestro inmenso hermano y padre General Manuel Belgrano por su paso a la Inmortalidad, festejando el Día de la Bandera. Justo en este epopéyico mes de junio, donde el pasado 17 honramos también la memoria de otro grande, como el salteño de pura cepa General Martín Miguel de Güemes, ambos junto al General José de San Martín principales artífices de la argentinidad, tanto como nación como territorio.

Si por hay existe algún vacuo distraído, tanto Belgrano como Güemes procedían de familias patricias y adineradas del Virreynato del Río de la Plata. El primero en Buenos Aires, hijo de Domenico Belgrano Peri, de origen italiano, y de la española María Josefa González Casero, adinerados y director de Aduanas y jefe del Puerto de Buenos Aires. Mientras que Martín Miguel era hijo de Gabriel Güemes Montero y de María Magdalena Goyoechea y La Corte, dos patricios de la Ciudad de Salta. Entonces, qué necesidad de salir de sus hogares llenos de todo, a desandar los oscuros y polvorientos caminos del vastísimo territorio para enfermarse, abandonar la familia, para dejar la comodidad y confort de casas cómodas donde nada hacía falta, sino sólo trabajar para mantener el statu quo. Sin embargo, pelaron el pecho y el fusil para determinar que, si no se está junto al pueblo, nada se iría a conseguir desde el confort.

Hoy que los enemigos de la Patria se esconden y desde sus burdas máscaras quieren ridiculizar al resto, está el ejemplo claro y más prístino de estos prohombres de la Revolución, que hoy serían seguramente peronistas y kirchneristas, que siempre tuvieron como principal meta un Proyecto Nacional y Popular, y que vieron que si no se ensambla el territorio desde su interior profundo el cambio que la República necesita, se puede perder y volver a las crisis cíclicas, de las cuales viven miles de buitres internos que usufructúan la especulación dineraria. Ese es el principal enemigo de todos los argentinos, donde economistas, brokers, contadores, escribanos, apoderados, asesores económicos, todos porteños, como banqueros, han reducido la discusión productiva nacional al manejo de bonos, monedas extranjeras y deuda pública.

Por eso, es necesario que no te dejes engañar: el verdadero argentino que defiende el suelo patrio, no es aquel que reivindica el endeudamiento criminal del macrismo, ni tampoco el que busca salvarse solo y que todo lo que hizo lo hizo por esfuerzo propio. El que odia pagar impuestos y que además vive de la especulación. Todos estos zánganos apátridas están escondidos en los llamados “libertarios y en Juntos por el Cambio”, que además no les importa San Martín, Belgrano o Güemes, porque va en contra de sus valores cipayos y de entrega del territorio nacional.

 

Muy interesante saber

Por ello rescato el valor y predisposición del Gral. Martín Miguel de Güemes, en acto tanta grandioso como arriesgado, que el escritor H. Lanvers describe así: “El argentino que hizo rendir una fragata inglesa en una carga a caballo, sable en mano, lanzada a degüello…

No había pasado nunca en la Historia. Y nunca volvería a pasar. Fue frente adonde, actualmente, está el hotel Sheraton, en Retiro, en Buenos Aires, adonde llegaban las aguas marrones del río de la Plata, hace tiempo. Que a un barco de la flota inglesa se lo intentara tomar al abordaje era algo común…pero no por una partida de jinetes, lanzados a la carga. El navío era grande, pertenecía a la Armada Naval Británica, la más poderosa del mundo, tenía 26 cañones y 100 hombres a bordo. El río de la Plata estaba muy bajo debido a un temporal del viento Pampero y por eso la nave no podía alejarse con facilidad de la costa, que estaba a 400 metros. Los atacantes eran 50 gauchos que arremetieron a galope tendido, con sables, lanzas, boleadoras y pistolas de chispa metiéndose al río con sus caballos, entre gritos, disparos y promesas de degüello. Para el capitán inglés, aunque era un veterano de Trafalgar y muchas otras batallas, eso fue demasiado. Tras un corto intento de defensa, tras los primeros golpes de sable dados por los gauchos que comenzaban a abordar la nave, cuando ya algunos marineros hubieron caído heridos, sobre la cubierta, alzó una bandera blanca, avisando que se rendía. Mientras los cien soldados ingleses eran atados para ser llevados, en fila, al Fuerte de Buenos Aires, el capitán entregó, sorprendido, su espada al jefe de los atacantes, un muchacho de veintiún años que hablaba mezclando palabras del español con la lengua inglesa. Pasó en la Primera Invasión Inglesa. El joven alférez se llamaba Martín Miguel de Güemes y protagonizó uno de los hechos más increíbles de toda la Historia Naval Militar.

El resto es ya conocido. Lideró la Guerra Gaucha y protegió el Norte Argentino como un león, con sus batallones de Infernales, valientes gauchos que usaban como uniforme un poncho del color de la sangre. Combatían con machetes en vez de sables y rechazaron siete invasiones españolas incluyendo a tropas veteranas que habían vencido al ejército de Napoleón en Europa. Güemes usaba tácticas de guerrilla con una eficacia increíble, que enloquecían a las tropas españolas. Cuando fue herido de un disparo por una partida de soldados españoles, éstos le mandaron emisarios que le ofrecieron sus mejores médicos, mucho oro y el título de General del Ejército Español, así como llevarlo a Buenos Aires para su mejor atención, si se pasaba a su bando. Güemes ni les contestó. Reunió a sus oficiales y les hizo jurar que, aunque él estuviera agonizando, no harían tratos con los españoles. Y así fue como finalmente murió, tras diez días de agonía, pudiendo haberse salvado. Fue el único general argentino que falleció luchando contra un país extranjero. En Salta, al pie del cerro San Bernardo está su monumento, que se levantó recién en 1931, ya que el Centralismo Porteño trató siempre de hacer invisible a los héroes del Interior, como Güemes y el cordobés Bustos. Y hasta se hizo lo mismo con el correntino San Martín, a quien la prensa porteña, alentada por Rivadavia, aprovechando su alejamiento del país, olvidó por largos años y llegó hasta a tratarlo de cobarde. Fue Sarmiento, en 1841, con sus escritos periodísticos, quien ayudó a rescatar del olvido al Libertador de medio continente. Ahora, casi 200 años después, se recuerda a Güemes con un feriado y eso es bueno. Todo homenaje, con Güemes, sin embargo, se queda corto. Es que hoy, más que nunca, el país está necesitando gente con el temple del Gran Salteño, del Héroe Más Invisible y Más Increíble que tuvo la Historia Argentina, dispuesta a dejarlo todo por una noción de coraje y un sentido de país. Extrañado Güemes. Inolvidable Güemes…”, termina así Lanvers.