BUENOS AIRES (Especial para EL SOL ABC-por Seba Schwarcz). Aquella mañana del 13 de abril de 2016, que amaneció desapacible y con pronóstico de lluvia, el pueblo peronista todo, pero también aquella parte de la ciudadanía agradecida con una mujer que le puso el pecho a las balas enemigas y que desde su tesitura logró en sus ocho años de mandato, junto a los cuatro de Néstor Kirchner, un país más igualitario y con promesas de volver a la senda de convertirse en potencia en poco tiempo. Allí ocultos en algún lugar cómodo del Gran Buenos Aires estaban preparando el “gran plan” para unirse a las huestes macristas el Chino Navarro y Emilio Pérsico.
Los líderes del Movimiento Evita no estuvieron en la parada que había que dar contra el poder del macrismo, que había desembarcado en el poder para dar rienda suelta a su locura de venganza y saqueo, de todo lo que el kirchnerismo había logrado para el país todo, sin exclusiones: fue la época donde todos ganaron económicamente durante 12 años, a pesar de las asonadas económicas contra el peso. Sí, esa mañana, el Chino y Emilio desaparecieron por arte de magia. Claro, ya estaban tejiendo “acuerdos” con Carolina Stanley. O sea, con lo más granado del establishment financiero nacional.
Bastó que Cristina hablara de auditar los planes que se entregan a las organizaciones sociales, “porque me parece paradójico que el desempleo baje al 7 %, sin embargo ahora tenemos un millón doscientos mil planes, que cuando yo me fui en el 2015 había apenas un 10 % de los 2 millones que se anotaron en 2002, durante la presidencia de Eduardo Duhalde. Debemos dejar de tener un Estado bobo”, dijo en el acto de la CTA en Avellaneda.
Y hoy salen por distintos medios a despotricar, subidos desde la comodidad, de saberse ubicar cerca del caballo del comisario, para recibir prebendas. Pero de salir a poner el cuerpo, nunca.
Los que están equivocados de medio a medio son Navarro y Pérsico, por lo que debieran hacer urgentemente un examen de conciencia y dejar de venderse a cualquiera que pase con una billetera llena de plata. El pueblo ya los tiene bien identificados: debieran hacerse macristas sin ambages; así, pasarían menos vergüenza.
