Cegado en que “no me importa nada”, en que “tengo que cumplir la metas que me han impuesto quienes están detrás de mí” (los enemigos de la Argentina) o “soy lo más exitoso de los presidentes ultraliberales que existen en la Tierra” (un dejavú de su desvarío) millones de personas ciegas y tontas se dejaron engrupir como esos admiradores de Charles Manson o del excéntrico Jim Jones, que llevó a suicidarse en masa en las Guyanas a 900 de sus seguidores en 1978.
Hoy, este paro general del país, donde convergen todas las organizaciones sociales, gremiales, estudiantiles, religiosas y de derechos humanos, está demostrando que el famoso “cambio” con que se subió a la tribuna este “Manson revivido o este Jones duplicado” es una real estafa impuesta a fuerza de mucho dinero y de muchos cómplices que siempre odiaron al país, del que se alimentan sin escrúpulos. Y estos son los resultados, que lo dijimos desde un primer momento, cuando luego de las primeras medidas del régimen, titulamos otra nota editorial con “BOMBA DE TIEMPO: Tic tac…tic tac…tic tac…”. [1]
Es que existe una elite en el país que no le importa tampoco poco de lo que le sucede a su alrededor, porque tiene resto en los paraísos fiscales o en las guaridas bancarias de países vecinos, especialmente en Uruguay, que tampoco ve y poco le interesa lo que ha logrado en pocos meses el régimen antidemocrático de Milei, tanto que tiene la osadía de cambiar un texto aprobado en Cámara de Diputados para presentarlo en el Senado, que además muestra peligrosos tintes mafiosos inimaginables.
No hay forma ni espacio para salvar a este grupo de aviesos, que no tienen idea de cómo gestionar el Estado, que pese a sus errores siempre ha sido el salvataje para cualquier circunstancia o declive de la economía mundial para sus habitantes.
Lo dijimos desde un primer momento: no hay escape en el abismo. Y hoy estamos allí en ese lugar oscuro y sombrío.
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