CULTURA: De cebada, trigo, prensa y tantos recuerdos…

Emmanuelle volvió a uno de sus pueblos preferidos en la campiña francesa, que le sobresaltan recuerdos, evocaciones. Todo lo tiene el texto, hasta hay un lugar para la prensa, que se está dejando ganar por lo digital. (Foto: ERL).

PARÍS, Francia (Especial para EL SOL ABC-Por Emmanuelle Raymond-Rilhac *). Durante más de 10 años he surcado este departamento de luces, valles, gente discreta y misteriosa, tierra blanca, iglesias perdidas pero que cuando abrían sus puertas ofrecían tesoros de policromías, en su mayoría datan del Renacimiento. Estos valles de trigo, cebada, cebolla, amapolas, mostaza, cholza, girasol, se han injertado en mí y dondequiera que esté sé que reconocería esta región a una simple red de luz atravesando el amanecer, momento mareado, olvidado en la urgencia de una época de la que no se sabe nada salvo que se derrumbe, sobre todo lo que se ha amado.

Las espigas doradas de cebada acrecientan la curiosidad de la escritora. (Foto: ERL).
Amapolas blancas son las que reciben con su preciosura a Emmanuelle. (Foto: ERL).

Durante más de 10 años, he entrado en cada una de las historias de mis interlocutores. Con emoción menuda, silencio respetuoso de pluma y magneto, pero con esas ganas, ese fervor siempre ahí que nunca me dejaron, de ser lo más justa de lo que les eran. Amé cada uno de sus tramos de vida, cada una de sus penas, sus alegrías, sus proyectos, sus incertidumbres a veces, sus berrinches también. Nunca fui objetiva, y si tuviera que volver a hacer, otra vez, sería de su lado donde me sentaría. Nunca creí en la objetividad periodística, la experiencia me ha fortalecido en este sentimiento, y cuando hoy veo de qué madera anestesiada y ridícula se hace esta objetividad, me siento orgullosa de haber quitado mi pluma y haber desgastado hasta que mi potencial emocional sea un poco más fuerte para traducir todo lo que me han querido decir, a mí, pero sobre todo… al mayor número.

Me encantó encontrarme con todos los medios Me gustó la mañana de divisar con un gran ponte de la escultura sagrada del 16. O almorzar con un autor, tomar café con un fotógrafo, emocionarme con un ganadero que ya no podía soportar los impuestos que le caían, discutir con un cazador prometiéndole que su artículo nunca saldría, sí, sí, sí. Divirtiéndome con actores que no podían decirme lo que querían, pasar tres horas con un subprefecto que trataba de decirme explicar el funcionamiento de una empresa local, recordar en este bosque tan dulce de la esquina, jóvenes fusilados resistentes, y todos aquellos elegidos, algunos de los cuales eran verdaderos verdaderos… y tantos y tantos momentos que son tan dulces para rememorarlo.

Cuando escucho hablar del mundo rural hoy, mis nervios se están desmoronando. No es posible ser tan estúpido, no, no puede ser. En los programas de gran escucha, se hacen palabras absolutamente estúpidas e ignorantes. Eólicas, modo de desplazamiento en las campañas, ¿quiénes son los rurales sacados de las imágenes de Epinal o de las caricaturas de idiotas? Y los agricultores, ¿con qué derecho les dan las lecciones que reciben de personas que no saben nada de nada, especialmente las realidades de la Tierra, de las exigencias a las que están sometidos, de las presiones que pesan sobre ellos?

Desearía tener más ambición, más dientes largos que rayan las piedras e impongan mi forma de ver, pero seguí un movimiento estúpido que hace de la prensa una playa sin envergadura que sólo existe por los potenciales dólares a que ella sea vehículo y que intenta competir con el tiempo…. digital. Falla asegurada. Falla a la vista. Falla a las puertas de la Redacción…

 

(*) Escritora y periodista francesa. Especialista en prensa escrita. Hoy colabora con algunos medios locales o internacionales, como EL SOL ABC.