Cuando éramos felices, y no lo sabíamos

Claro que fuimos felices, pero nunca nos lo dijeron ni lo sabíamos, porque los grandes ya comenzaban a entrar en el mundo material que te comenzó a vender la televisión. Pero en los pueblos chicos todavía se ve la vida desde el lado de la felicidad. (Foto: Memes/Google).

SALTA (Especial-EL SOL ABC). Estamos encerrados en un túnel de tiempo como esa colosal máquina que es un acelerador de partículas atómicas, donde a velocidades supersónicas millones de electrones y neutrones fluyen buscando “una salida”. Nos han dado a vivir un Matrix, donde las máquinas van reemplazando al hombre y donde cada día nos multiplicamos más y más. Entonces, ¿qué puede salir mal?

A la vez han creado la terrorífica arma que son las “computadoras de bolsillo” que son los I-Phone que sirven para distanciar a la gente  —aunque parezca lo contrario—  y para crear más enemistad entre vecinos, entre amigos, entre los pueblos. Son armas de “destrucción masiva” que “son el encanto de las nuevas generaciones”, pero que sin embargo va creando círculos de vicios, corruptelas y que potencian los delitos: cualquiera puede crear un arma, una bomba, hasta planificar un robo a un banco, o

No pensábamos en tablets, en teléfonos y nunca casi nos enfermábamos. Un catarro era una catástrofe familiar. Nos contaminamos, nos contaminaron. Hay que volver para atrás, porque estamos yendo a un tremendo precipicio sin fin. (Foto: Meme/Google).

entrar en las cuentas cifradas de particulares o de empresas, o mediante una “fake news” hacer que un país agreda a otro, o una empresa colapse o se equivoque. Dentro del rango de “enormes posibilidades” sólo queda la comunicación rápida para pedir “auxilio” en caso de peligro de muerte o de aislamiento ante algún percance personal. Pero sólo es el 1 % de todo lo negativo en donde nos ha encerrado la publicidad del “mundo moderno”.

Hoy con el coronavirus en nuestras puertas y con una cuarentena que no se sabe cuándo terminará. No sólo nos hemos dado cuenta que nos vinieron mintiendo todos y que el mundo está totalmente corrompido por un materialismo que nos ha llevado a esto, sino que también en el encierro nos estamos dando cuenta de las enormes cosas que como sociedad hemos ido perdiendo en todos estos años.  Ya no nos damos las manos, ya no nos acariciamos, ya no hablamos ni intercambiamos ideas, el I-Phone es el que ocupa nuestras horas. Las reuniones familiares van perdiendo sentido porque la mayoría está pendiente del celular y así sigue el grado de descoordinación de la sociedad, que está pandemia está logrando revalorizar y poner en evidencia.

Los niños de hoy, lamentablemente, corren con desventaja con respecto a nosotros los mayores, porque el sentimiento del tacto, del olfato, de la visión, del juego, del razonamiento, de la realidad, de la zozobra, del peligro, de la naturaleza viva, no los tiene ni los ausculta si no es por videos o películas o series. Son las tablets su mundo infinito pero vacío de contenido. Entonces, estamos preparando robots, personas sin sentimiento, sin alegría, para un mundo con más personas pero sin trabajo. Esto tiene que reventar por algún lado. Ya los países y sus autoridades deben comenzar a pensar que el tiempo de los pillos de Wall Street, de las Bolsas de Valores, del circuito financiero de bonos, empréstitos, cheques y toda desregulación que lleve a la especulación y no al mundo del trabajo es el camino más directo para que el mundo salte por los aires, porque los pobres y asalariados del mundo armarán tan grande revolución que no quedará ningún rico en pie. Y serán perseguidos como los parias de la India, hasta arriba de los árboles.

Entonces, no todo lo que vivimos de niños jugando entre los árboles, bañándonos en un río, o jugando al fútbol en la vereda de nuestras casas. O las niñas con sus muñecas o con sus juegos de bailes o intercambio de figuritas con brillitos, o jugando a comunicarnos con latitas de picadillo con un alambre de bronce o a las bolitas cristalinas, o a la moneda o “tinco” o cuando armábamos las carpas de exploradores en el patio de la casa, nada de eso fue en vano. Es donde el aprendizaje fue empírico y no virtual, con el que cimentamos esta generación que está al mando del país, desde sus diferentes estamentos. Todo eran sueños y repentinización, que nos dejaba exhaustos para la cena y el baño para irnos a dormir. Sólo que aquellas veces jamás nos dimos cuenta que éramos felices.