BESTIARIO: Mauricio Macri es el alter ego del Robledo Puch de los años 70

Tomando el camino de Bestiario de DeporTV, el autor de la nota trata de descifrar la personalidad de Macri, que tiene casi una semejanza total con el proceder el archiconocido delincuente y asesino juvenil de la década de los años 70. Un sicópata, que nunca dudó en creerse su propio ídolo a espaldas de una sociedad que luego lo repudió hasta ahora. Lo mismo pasa por la personalidad de Mauricio Macri, que es el único que cree sus propias mentiras. Sabe que está cercado por la Justicia. Y eso lo pone más nervioso. (Foto: Twitter).

BUENOS AIRES (Especial para EL SOL ABC-Por Servando Sanmartín). ¿Qué lazos unen entre la personalidad del “Ángel de la Muerte” (Carlos Eduardo Robledo Puch) y Mauricio Macri? Y habría que utilizar los recursos del programa de DeporTV “Bestiario”  —una verdadera joya de creatividad y contenido nacido en los últimos años— para utilizar sus herramientas para encontrar los nexos entre estos dos sujetos y así desentrañar la densa como complicada personalidad del “Ángel de SOCMA”, que parece ir en un derrotero, como Robledo Puch, hacia un destino oscuro y lleno de maldad para su propio entorno, en un ostracismo que será su propia cárcel que devengará en un incierto final.

A la luz de los últimos acontecimientos, luego del regreso de su último viaje, ha salido a exponerse y a exponer su pobre basamento intelectual, pero donde sí sobresale “una personalidad apologética y enmarañada en taras no resueltas durante su infancia”.

Lo interesante para descifrarlo desde mi “Bestiario” es acomodar las fichas que corresponden a cada uno de los personajes: Carlos Robledo Puch nace dentro de una familia rica de San Isidro, tiene pelos ensortijados rubios y unos ojos celestes claros. Contaban luego las larguísimas crónicas de todos los medios porteños, que les permitió vender millones y millones de ejemplares. Pero existió uno que se llevó la “palma de oro” por todo lo descripto, tanto por su genialidad como por su orfebrería literaria, de la mano de un Osvaldo Soriano único. Y éste es el que nos tira los primeros datos precisos: “Robledo Puch aniquilaba por la espalda a quienes se cruzaban en su ansioso camino hacia el éxito. Los medios lo llamaron monstruo para desentender a la sociedad del asunto. Pero el asesino compartía muchos valores con sus contemporáneos”, escribió en La Opinión, que luego repitió revista Anfibia.

A pesar de estar dentro de una familia acomodada, Robledo Puch, “por estar convencidos sus padres que más importa el dinero que otra cosa, como por ejemplo seguir de cerca las aventuras y desvaríos de un niño que se iba cultivando solo. Total, siempre era el dinero el que lo arreglaba todo”, quiso ser una estrella a su manera.

Carlos Robledo Puch, cuando fue atrapado luego de haber matado a un sereno en San Fernando y a su amigo Somoza, en el año 1973. En un primer momento declaró que “eso me divertía y le ponía adrenalina a mi vida”, dijo el criminal serial. (Foto: Las Rosas).
Luego, sin la melena, y con un número de prontuario. Pero la misma mirada sin sentimientos del ex presidente. (Foto: diario Opinión).

A todo esto, basta agregar una parte del brillante artículo de Soriano en La Opinión en 1973 para tener un punto exacto del tremendo desajuste en la personalidad de un sujeto que se cargó con la vida de 11 personas, entre ellos sus principales amigos y cómplices, y dicen que dejó otras muertes que muchos creen que las hizo en solitario: “Iluminados por el soplete, Robledo y Somoza trabajan callados y serios. Robledo sostiene el aparato que perfora el material mientras su amigo sigue sus movimientos con atención. El trozo de acero está por caer y Robledo lo ayuda con un golpe. Ninguno dice nada. A Somoza acaba de ocurrírsele una broma acorde con la circunstancia. Pasa un brazo alrededor del cuello de su compañero y aprieta con suavidad, cada vez más. Robledo le da un codazo y lo lanza hacia atrás. Manotea el revólver que tiene en el cinturón y dispara. Asombrado, quizá sin entender lo que ocurre Somoza cae y articula una explicación que es apenas un gemido. Robledo lo observa unos instantes, levanta su brazo derecho y dispara otra vez. ‘No podía dejarlo sufrir. Era mi amigo’, explicará después”.

Soriano agrega para terminar su artículo que describe de forma genial la detención del “Ángel de la Muerte” su análisis sicológico del personaje que tuvo en vilo a la policía por cerca de un año, en pleno gobierno peronista: “Los médicos policiales revisan al acusado y existe la impresión de que su desequilibrio no le servirá para eludir la condena a cadena perpetua. Los especialistas esbozan explicaciones contradictorias. Ninguna de ellas sirve para determinar las causas que llevaron a un joven de 20 años a aniquilar por la espalda a quienes se cruzaban en su ansioso camino hacia el éxito.

’’No sirven porque Robledo Puch no es un objeto sobre el que los profesionales de la medicina puedan improvisar teorías tejidas a la distancia. Él es un ser humano, y no es posible diagnosticar desde un consultorio la enfermedad de un hombre que espera sentencia en un calabozo.

’’Para elucubrar un psicodiagnóstico aceptable, es necesario convivir con el paciente. Practicar, por ejemplo, los test de Rorschach, de Murray, de Bender, de Phillipson o de Weiss. Eso lo ordenará seguramente el juez Víctor Sasson mientras algunos profesionales siguen desmenuzando las lacras de Robledo, de toda la sociedad. Este criminal ha pasado a ser un apetitoso elemento de consumo. ¿Cuál es la enfermedad de Robledo? ¿Cuál la de quienes lo rodean? ¿Qué sentido tendría aplicar la pena de muerte a un enfermo?”, finalizan los datos precisos de un sujeto que de “tan loco hoy no quiere salir de prisión, habiendo cumplido largamente su prisión perpetua”.

 

Interesante paralelismo

También de niño y hasta pasada su adolescencia, Mauricio Macri supo tener el pelo rubio y ensortijado. De ojos celestes claros. También nació en una familia rica, pero más millonaria y donde el acompañamiento de la familia era más cercano, porque Franco en esa etapa estaba convencido de querer formar “La famiglia”, a la vieja usanza calabresa, desde donde provienen estos campesinos venidos a la Argentina. Ese punto, es quizás el único que los diferencia. Pero en todo lo demás, si uno comienza a hilar fino se da con hechos contundentes que hoy el mismo ex presidente declara: “Es muy difícil hacerse rico en la Argentina pagando tantos impuestos”. O cuando, desde la impunidad total, como lo hacía Robledo Puch cuando asesinaba y robaba, automintiéndose, “yo hubiera manejado mejor la pandemia”, cuando sabemos que “en aras de destruir el Estado desmanteló el Ministerio de Salud y dejó fuera el calendario anual de vacunas para los niños y adolescentes, como dejó vencer millones de vacunas en depósitos del Estado”. Y, sin embargo, como si acá no habría pasado nada, se presenta impune ante las cámaras de los programas amigos. El derrotero es inimaginable.

Claro que existe un punto en común entre estos dos sujetos analizados: la mentira. Allí nacen las andanzas de uno y otro. Robledo Puch que le pedía tanto dinero a su madre, que un día ésta se cansó y le dijo que “el dinero no cae del cielo”. Entonces, comenzó a mentir para obtener más dinero. Luego, ya con amigos más grandes y deseosos de figurar, comienza a obtener el dinero ansiado por medio del robo y el crimen.

La madre de Macri, Alicia Blanco Villegas, alguna vez declaró: “Tuve que pegarle por mentir”. Y si bien no salió a asaltar, sí aprendió en los despachos de las empresas de su padre, que “era infinitamente muy fácil robar o estafar, sin que nadie se dé primariamente cuenta, con la creación de ‘mamushkas’ en paraísos fiscales”.

Hoy uno lo ve en la televisión a Macri y piensa que ve a una persona insana, que no está bien sicológicamente. Hasta su misma gesticulación, cuando blanquea los ojos y explica mirando hacia distintos puntos del espacio circundante, buscando quizás allí una mirada cómplice que asevere los tremendos dislates mentales que tiene una persona que está enferma y que se miente todos los días. Y que su entorno no diga nada quizás para no destruir el aura que los mantiene unidos: diciéndole sí a todo y tomando para sí las mentiras esgrimidas por el personaje como verdades ineluctables. Y sobre las que se creó un partido como el PRO.

Sus discípulos. Los que también están en la onda roblediana: sicopatía y mentiras. (Foto: Twitter).

Lo interesante, finalmente, va a ser ver al personaje cómo se las ingenia, cuando las luces se apaguen, para sobrevivir sin los ahora ridículos discípulos que “le aplauden y hasta se identifican con él”. Robledo Puch encontró el camino “en la evangelización de su alma dentro del purgatorio de Devoto y haciendo de éste su morada final”. Pero del chango de Tandil no sabemos nada, sólo algunas pistas tenemos. Imaginen ustedes cuáles.