WASHINGTON, EE.UU. (Especial-Strategic Culture-Por Alastair Crooke *). Es el error monumental de cálculo de nuestra era —uno que puede iniciar el colapso de la primacía del dólar y, por lo tanto, también del cumplimiento global de las demandas políticas de los EE.UU.–. Pero su contenido más grave es que está arrinconando a EE.UU. para que promueva directamente una peligrosa escalada ucraniana contra Rusia (es decir, Crimea).
Washington no se atreve —de hecho, no puede— ceder la primacía del dólar, que sería el último clavo del ataúd del “declive estadounidense”. Y así, el gobierno de los EE.UU. es rehén de su propia hegemonía financiera de una manera que rara vez se llega a comprender por completo.
¿Cuál es la “Gran Sorpresa”?
El equipo de Biden no puede retirar su narrativa fantástica de la inminente humillación de Rusia; han apostado todas sus fichas para eso. Sin embargo, esto se ha convertido en un problema existencial para los EE.UU. porque, precisamente, debido a este error de cálculo inicial atroz, ahora es evidente lo absurdo que es la narrativa de una Rusia que se tambalea y que en cualquier momento “colapsará”.
Entonces ¿cuál es la “Gran Sorpresa”: el evento casi completamente imprevisto de la geopolítica reciente, que ha sacudido tanto las expectativas de los Estados Unidos y que lleva al mundo al precipicio?
Es, en una palabra, resiliencia. La resiliencia mostrada por la economía rusa, después de que Occidente hubiera comprometido todo el peso de sus recursos financieros para aplastar a Rusia. Occidente arremetió contra Rusia de todas las formas imaginables —a través de una guerra financiera, cultural y psicológica— y con una guerra militar real a continuación.
Rusia ha sobrevivido
Sin embargo, Rusia ha sobrevivido, y ha sobrevivido relativamente bien. Está “bien”, tal vez mejor, incluso, de lo que muchos expertos en Rusia esperaban. Sin embargo, los servicios de inteligencia “anglos” habían asegurado a los líderes de la UE que no se preocuparan; es un “tiro seguro” la caída de Rusia; que Putin no puede sobrevivir. Prometieron que el rápido colapso financiero y político ruso era seguro bajo el tsunami de las sanciones occidentales.
Su análisis representa una monumental falla de inteligencia, comparable con las inexistentes armas iraquíes de destrucción masiva en Irak. Pero en lugar de un reexamen crítico, ya que los eventos demostraron sus fallos, ellos duplicaron la apuesta. Pero dos de esos fracasos son simplemente “demasiado” para soportar.
Entonces, ¿por qué esta “expectativa fallida” constituye un momento tan trascendental para nuestra era? Es porque Occidente teme que su error de cálculo bien podría conducir al colapso de la hegemonía del dólar. Pero el miedo también se extiende mucho más allá de eso (por muy malo que sea “eso”, desde la perspectiva de los EE.UU.).
Un piso de cristal hecho añicos
Robert Kagan ha esbozado cómo el movimiento de avance externo y la “misión global” de los EE.UU. es el elemento vital de la política interna estadounidense —más que cualquier nacionalismo equívoco–, sugiere el profesor Darel E. Paul. Desde la fundación del país, Estados Unidos ha sido un imperio republicano en expansión; sin este movimiento agresivo, los lazos cívicos de unidad doméstica se ponen en duda. Si los estadounidenses no están unidos por la grandeza republicana expansionista, ¿con qué propósito, pregunta el profesor Paul, todas estas razas, credos y culturas disidentes en Estados Unidos están unidas? (La cultura del Despertar no ha demostrado ser una solución, siendo más divisiva que un polo alrededor del cual se puede construir la unidad).
El punto aquí es que la resiliencia rusa, de un solo golpe, hizo añicos el piso de cristal de las convicciones occidentales sobre su capacidad para “manejar el mundo”. Después de varias debacles occidentales centradas en el cambio de régimen por la vía de la intervención militar, incluso los neoconservadores empedernidos —en el 2006— habían admitido que un sistema financiero armado era el único medio para “asegurar el Imperio”.
Pero esta convicción ha cambiado ahora —y los estados de todo el mundo se han dado cuenta-.
El engaño del PBI
Este golpe de error de cálculo es tanto mayor debido a que Occidente había tomado con desdén a Rusia como una economía atrasada, con un PIB a la par del de España. En una entrevista con Le Figaro a mediados de enero, el profesor Emmanuel Todd señaló que Rusia y Bielorrusia, en conjunto, constituyen sólo el 3.3 % del PIB mundial. El historiador francés cuestionó, por lo tanto, “¿cómo es posible que estos estados hayan mostrado tal resistencia, frente a la fuerza total de la embestida financiera?”.
Bueno, en primer lugar, como subrayó el profesor Todd, el “PIB” como medida de la resiliencia económica es totalmente “ficticio”. Al contrario de su nombre, el PIB sólo mide los gastos agregados. Y que gran parte de lo que se registra como “producción”, como la facturación inflada por tratamiento médico en los EE.UU. —Nota del Editor: Donde el mismo medicamento o tratamiento médico, puede valer 10, 20 o hasta decenas de veces más en EE.UU. que en su país vecino de México— y (dicho en tono de broma) los servicios como los análisis altamente pagados de cientos de economistas y analistas bancarios, no son producción, per se, sino “puro humo”.
Rusia tiene una economía real
La resiliencia de Rusia, atestigua Todd, se debe al hecho de que tiene una economía real de producción. “La guerra es la prueba definitiva de una economía política”, señala. “Es el Gran Revelador”.
¿Y qué es lo que ha sido revelado? Ha revelado otro resultado bastante inesperado e impactante —uno que hace tambalearse a los comentaristas occidentales— que Rusia no se ha quedado sin misiles. “Una economía del tamaño de España, se preguntan los medios occidentales, ¿cómo puede una economía tan pequeña soportar una guerra prolongada de desgaste por parte de la OTAN sin quedarse sin municiones?”.
Pero, como destaca Todd, Rusia ha podido mantener su suministro de armas porque tiene una economía de producción real, que tiene la capacidad de mantener una guerra, y Occidente ya no la tiene. Occidente, obsesionado con su métrica engañosa del PIB —y con su sesgo de normalidad— está sorprendido de que Rusia tenga la capacidad de superar los inventarios de armas de la OTAN. Los analistas occidentales anunciaron a Rusia como un “tigre de papel” —una etiqueta que ahora parece más probable que se aplique a la OTAN–.
Occidente hiperfinancializado
La importante de la “Gran Sorpresa” —de la Resiliencia Rusa— resultante de su economía real de producción, frente a la evidente debilidad del modelo occidental hiperfinancializado que busca fuentes de municiones, no ha pasado desapercibida para el resto del mundo.
Aquí hay una historia antigua. En el período previo a la Primera Guerra Mundial, el establishment británico temía perder la guerra que se avecinaba con Alemania: los bancos británicos tendían a prestar a corto plazo, con un enfoque de “inflar y tirar”, mientras que los bancos alemanes invertían directamente a largo plazo en proyectos industriales de economía real —y por lo tanto, se pensaba que podían sostener mejor el suministro de material de guerra-.
Incluso entonces, la élite anglosajona tenía un apego a la inherente fragilidad de un sistema fuertemente financiarizado que acumulaba riquezas por simplemente expropiar los recursos de su enorme Imperio, para financiar la preparación para la Gran Guerra que se avecinaba.
Entonces, el telón de fondo es que EE.UU. heredó el enfoque anglosajón de la financiarización que posteriormente impulsó, cuando EE.UU. se vio obligado a abandonar el patrón oro debido a los crecientes déficits presupuestarios. EE.UU. necesitaba atraer los “ahorros” del mundo a EE.UU. para financiar sus déficits de la guerra de Vietnam.
Producción y bienestar reales
Desde el comienzo del siglo XIX el resto de Europa desconfiaba del “modelo anglosajón” de Adam Smith. Friedreich List se quejó de que los anglosajones asumieron que la última medida de una sociedad es siempre su nivel de consumo (gasto —y por lo tanto, la métrica del PIB-). A largo plazo, argumentó List, el bienestar de una sociedad y su riqueza general no estaban determinados por lo que la sociedad puede comprar, sino por lo que puede producir (es decir, el valor que proviene de la economía real y autosuficiente).
La escuela alemana argumentó que enfatizar el consumo eventualmente sería contraproducente. Desviaría al sistema de la creación de riqueza y, en última instancia, haría imposible consumir tanto o emplear a más personas. La retrospectiva sugiere que List tenía razón en su análisis.
“La guerra, es la prueba definitiva, y el Gran Revelador” (según Todd). Las raíces de una visión económica alternativa habían persistido tanto en Alemania como en Rusia (con Sergei Witte), a pesar de la reciente preponderancia del modelo anglo hiperfinancializado.
Creando un nuevo orden
Y ahora, con la “Gran Revelación”, el enfoque en la economía real se considera una idea clave que sustenta el Nuevo Orden Global, diferenciándolo claramente en términos de sistemas económicos y filosofía de la esfera occidental.
El nuevo orden se está separando del antiguo, no sólo en términos de sistema económico y filosofía, sino a través de una reconfiguración de las neuronas a través de las cuales viaja el comercio y la cultura. Las viejas rutas comerciales se eluden y se dejan marchitar, para ser reemplazadas por vías fluviales, oleoductos y corredores que evitan todos los cuellos de botella por los que Occidente puede controlar físicamente el comercio.
El paso del Ártico nororiental, por ejemplo, ha abierto un comercio interasiático. Los campos de petróleo y gas sin explotar del Ártico eventualmente llenarán los vacíos en los suministros resultantes de una ideología que busca terminar con la inversión en combustibles fósiles por parte de las grandes empresas occidentales de petróleo y gas. El corredor Norte-Sur (ahora abierto) une San Petersburgo con Bombay. Otro componente une las vías fluviales desde el norte de Rusia hasta el Mar Negro, el Caspio y desde allí hacia el sur. Se espera que otro componente canalice el gas del Caspio, desde la red de gasoductos del Caspio hacia el sur, hasta un “centro” de gas del Golfo Pérsico.
Mírelo de esta manera, es como si los conectores neuronales en la matriz económica real estuvieran, por así decirlo, siendo levantados desde el Oeste y colocados en una nueva ubicación hacia el Este. Si el Canal de Suez fue la vía fluvial de la era europea, y el Canal de Panamá representó la del siglo norteamericano, entonces la vía fluvial del Ártico nororiental, los corredores Norte-Sur y el nexo ferroviario africano, serán los de la era euroasiática.
En esencia, el Nuevo Orden se está preparando para sostener un largo conflicto económico con Occidente.
La amenaza existencial del dólar
Aquí, volvemos al “error de cálculo atroz”. Este Nuevo Orden en evolución amenaza existencialmente la hegemonía del dólar —EE.UU. creó su hegemonía exigiendo que el precio del petróleo (Nota del Editor: Y otras materias primas, así como los alimentos a través del agrodólar) se fijara en dólares y así facilitar una financierización frenética de los mercados de activos en EE.UU.– Es esta demanda de dólares la única que ha permitido Estados Unidos para financiar gratuitamente su déficit gubernamental (y su presupuesto de defensa).
En este sentido, este paradigma del dólar altamente financiarizado posee cualidades que recuerdan a un esquema Ponzi sofisticado: atrae a “nuevos inversores”, atraídos por el apalancamiento crediticio de costo cero y la promesa de rendimientos “asegurados” (activos inflados cada vez más por la liquidez de la Reserva Federal). Pero el atractivo de los “rendimientos asegurados” está respaldado tácitamente por la inflación de una “burbuja” de activos tras otra, en una secuencia regular de burbujas —infladas a un costo cero— antes de ser finalmente “desechadas”. El proceso entonces, es “enjuagado y repetido” ad seriatim (una y otra vez).
Como un esquema Ponzi
Aquí está el punto: como un verdadero esquema Ponzi, este sistema se basa en la entrada constante, y cada vez más, de dinero “nuevo” en el esquema, para compensar los “pagos” (financiar el gasto del gobierno de EE.UU.). Es decir, la hegemonía estadounidense ahora depende de la expansión constante del dólar en el extranjero.
Y, como con cualquier Ponzi puro, una vez que el “dinero que ingresa” falla o los canjes aumentan, el esquema se derrumba.
Entonces, para evitar que el mundo abandone el esquema del dólar por un nuevo orden comercial global, se ordenó que se promulgara la señal, a través del ataque contra Rusia, para advertir que abandonar el esquema traería sanciones del Tesoro de los EE.UU. y llevarte a la bancarrota.
Los shocks que cambiaron el juego
Pero luego llegaron DOS shocks que cambiaron el juego, en estrecha sucesión: la inflación y las tasas de interés se dispararon, devaluando el valor de las monedas fiduciarias como el dólar y socavando la promesa de “rendimientos garantizados”; y en segundo lugar, Rusia NO COLAPSÓ bajo el Armagedón financiero.
Al caer el “dólar Ponzi”, caen los mercados estadounidenses caen; y el dólar cae en valor (frente a las materias primas).
Este esquema podría ser derribado por la resiliencia rusa —y por gran parte del planeta desprendiéndose hacia un modelo económico separado, que ya no depende del dólar para sus necesidades comerciales (es decir, el nuevo “dinero que ingresa” para sostener al dólar “Ponzi” se vuelve negativo, justo cuando el “dinero que sale” explota, y EE.UU. tiene que financiar déficits cada vez mayores (ahora a nivel nacional).
Washington claramente cometió un error estratosférico grave al pensar que las sanciones —y el supuesto colapso de Rusia— sería un resultado “seguro”; uno tan evidente que no requirió un riguroso “pensamiento”.
EE.UU. está arrinconado en Ucrania
Por lo tanto, el equipo Biden ha colocado a los EE.UU. en una estrecha “esquina” de Ucrania. Pero en esta etapa —de manera realista— ¿qué puede hacer la Casa Blanca? No puede retirar la narrativa de la “próxima humillación” y derrota de Rusia. No puede dejar pasar la narrativa, porque se ha convertido en un componente existencial para salvar lo que pueda de los dólares “Ponzi”. Admitir que Rusia “ha ganado” sería como decir que el casino “Ponzi” tendrá que “cerrar” para evitar más retiros (al igual que hizo Nixon en 1971, cuando cerró los retiros de la ventana de oro).
El comentarista Yves Smith argumentó provocativamente: “¿Qué pasa si Rusia gana de manera decisiva, pero la prensa occidental no se da cuenta?” Presumiblemente, en tal situación, la confrontación económica entre Occidente y los estados del Nuevo Orden Global escalará a una guerra más amplia y prolongada.
(*) Alastair Crooke es un ex diplomático británico, fundador y director del Foro de Conflictos con sede en Beirut.
Fuente: ENSM