“Actualmente se paga por el fútbol masculino; el femenino cuesta dinero. Debería pagarse por él y se pagará por él”. La constatación de la senegalesa Fatma Samoura, número 2 de la FIFA, ilustra la debilidad financiera de una disciplina que espera acabar pronto con sus escasos traspasos y sus derechos televisivos mal explotados.
Al lado de las montañas de dinero que rodean al fútbol masculino, las cifras del fútbol femenino, semiprofesional en muchos casos, parecen minúsculas. En 2018, la FIFA registró 16.533 traspasos de hombres, con un monto total de 7.030 millones de dólares, por los escasos 696 movimientos y los 564.354 dólares registrados entre las mujeres.
La aplastante mayoría de los fichajes en el fútbol femenino se llevan a cabo sin contraprestación financiera. Y, en nueve casos de cada diez, las jugadoras deben esperar a que se acabe su contrato para poder cambiar de club, como hizo la inglesa Toni Duggan en 2017, que abandonó el Manchester City para irse al Barcelona.
En Estados Unidos, en la competitiva liga femenina (NWSL), los escasos movimientos de jugadoras se hacen por trueque, como en el resto de campeonatos profesionales de ese país. Los 100.000 dólares que, según la prensa, pagó el magicJack, la franquicia de fútbol femenino de Florida, en 2011 por la estrella Megan Rapinoe, son la excepción.
¿Por qué estas diferencias? Simplemente porque las jugadoras son amateurs en la mayoría de los países y, allá donde el fútbol femenino está más desarrollado, las ligas de élite están formadas por un número limitado de clubes. Y si hay menos equipos, hay menos partidos… Y por ello se generan menos ingresos.
“La profesionalización a venir del fútbol femenino debería llevarnos a más equipos, temporadas más largas y contratos más largos, todo ello susceptible de tener un impacto en el mercado de traspasos”, asegura la FIFA en un documento publicado en septiembre.
Pero para multiplicar las operaciones millonarias, los clubes tienen necesidad de aumentar sus ingresos. Actualmente, un club como el Lyon, una referencia en Europa, sólo dispone de un presupuesto que oscila entre los 7 y los 8 millones de euros.
Solo una revalorización masiva de los derechos audiovisuales y de los contratos de patrocinio podría permitir al fútbol femenino franquear esta etapa. En Francia, Canal Plus se adelantó a las previsiones y transmite desde el comienzo de esta temporada todos los partidos de la Ligue 1 femenina. Según el diario Le Parisien, la cadena privada de televisión pagará 1,2 millones de euros por temporada durante cinco años, contra los 110.000 desembolsados en 2011 y los 200.000 en 2017.
El grupo Mediapro, en España, abona ahora tres millones de euros al año por los derechos televisivos, cuando recientemente transmitía gratis el fútbol femenino. Al contrario que en Estados Unidos, donde ninguna televisión transmite los encuentros del campeonato desde que la NWSL denunció su contrato con el grupo A&E, aunque actualmente negocia con la NBC que podría ofrecer, según los expertos, “un monto sin precedentes en el fútbol femenino”, si la selección norteamericana logra en Francia conservar su título mundial en julio.
La difusión de la Copa del Mundo femenina, precisamente, se ha extendido de manera espectacular a través de todo el mundo en las últimas tres décadas.
Mientras sólo los chinos pudieron seguir el primer campeonato mundial, organizado en el gigante asiático en 1991, la edición de 2019 será transmitida en directo en más de 200 países, con más de 1.000 millones de espectadores de audiencia potencial, según la FIFA.
Sin embargo, el fútbol femenino no saca aún provecho de este crecimiento. En el sistema actual, cadenas como la Fox en Estados Unidos y Canadá o TF1 en Francia, adquieren un paquete que incluye varios campeonatos internacionales a la vez (Mundial masculino y femenino, Copa de las Confederaciones, etc.).
De hecho, “la Copa del Mundo femenina se comercializa actualmente como un subproducto del Mundial masculino”, reconoció en febrero Fatma Samoura. Dentro del maná financiero que representan los derechos televisivos en el fútbol mundial, “sólo el 1 por ciento repercute en el femenino. Es inaceptable”, se indigna la mandataria, prometiendo cambiar esta situación. “El objetivo de la FIFA es tener un producto independiente que pueda ser comercializado y que aporte lo suficiente como para poder desarrollar las infraestructuras del fútbol femenino”, asegura la senegalesa, secretaria general de la FIFA desde 2016, y primera mujer en la historia en ocupar este cargo.