
Los prohombres de la gesta heroica de la Declaración de la Independencia del 9 de Julio de 1816 lograron una hazaña tremenda en la Historia Nacional, porque se hizo contra viento y marea, ya que “los enemigos internos y externos jugaban en sociedad para romper todo atisbo de libertad que les aguara los negocios que realizaban a espaldas del pueblo”.
Es bueno destacar que los representantes de las provincias, acicateados por la idea de un país libre y soberano, pero también por patriotas que tenían en sus manos las armas y su formación militar como José de San Martín, Manuel Belgrano y Martín Miguel de Güemes y sus lugartenientes, estaban imbuidos de un sentido de pertenencia, que, en la actualidad, principalmente en los enemigos del país, no se deja ver.
No todo fue fácil. Fue una larga lucha que se demoraba porque la burguesía porteña no apoyaba, tal como sucede hoy refrendando un apoyo total a un inmoral tarotista que cree en el Talmud y se regodea en burla de los Libros Canónicos del Cristianismo. Pero igualmente se impuso el pensamiento de la corriente nacional y popular, que nuestras propias manos son las mejores para administrarnos, que la de los intrusos bucaneros y piratas que se camuflan en varias “entidades” que se hacen al sionismo internacional, como la Corte Suprema de Justicia, entidades rurales, AmCham, Círculo Rojo y fuerzas de seguridad.
Así esos hombres sabios, astutos y valientes, nos dejaron los cimientos hechos para que otros millones, desde la observancia de los valores naturales del hombre común cimentaran con su trabajo lo que las generaciones venideras venimos apoyando y aprovechando. Desde esa herencia nacieron otros hombres, como Favaloro, Liotta, Scalabrini Ortiz, Hipólito Yrigoyen, Houssay, Milstein, Leloir, Saavedra Lamas y Pérez Esquivel, Borges, Cortázar, Perón, Eva Duarte, los Héroes de Malvinas, los millones de maestros y profesores de las escuelas y universidades, que siguen transmitiendo esa sabia herencia cultural, científica y de tradiciones, que ahora pretenden con “un discurso elusivo y distractorio” hacernos creer que “la libertad es odiar al otro argentino y que la libertad de mercado es más importante que lo que creamos en más de doscientos años de prodigalidades y enseñoreo de nuestros talentos”. No señores, no es así ni nunca lo será, porque no podemos dejar que unas crisálidas abyectas y putrefactas nos indiquen el camino a seguir.
No podemos tirar por la borda todos estos años ganados, donde el más simple de los hombres no llegó a ser un convidado de piedra, sino que la AUH, la moratoria jubilatoria y los remedios subsidiados o gratis del PAMI, como la universidad pujante, le permitieron avizorar que el esfuerzo de los Prohombres valió la pena, para sentirnos orgullosos de ser argentinos.
¡Viva la Patria!