
“Tras más de 24 meses de huida, la vida de los forajidos más famosos de los años treinta terminó cuando cayeron en una emboscada en una carretera de Louisiana. Fueron acribillados a balazos por un grupo especial de agentes que no dudaron, según cuenta la historia, en dispararles más de 150 tiros para evitar que escaparan.
“Ustedes leyeron la historia de Jesse James, de cómo vivió y de cómo murió. Si aún les quedan ganas de leer algo a estas horas, escuchen la historia de Bonnie y Clyde”. Este es un breve fragmento de un poema escrito por Bonnie Parker, quien, junto a su gran amor, Clyde Barrow, se convirtieron en leyendas del crimen antes de ser abatidos por agentes de la ley en la mañana del 23 de mayo de 1934”, decía en un artículo publicado por J.M. Sadurní, para National Geographic bajó el título “Bonnie y Clyde, forajidos de leyenda”.
Pero la banda local, también nacida de taras familiares grotescas, tiene algún grado de paralelismo con los maleantes norteamericanos. Sólo que los locales corren galopantes al son de los Granaderos, del establishment sionista local e internacional, de la “democracia”, azuzados, además, por banda narcos y de timadores especuladores de la banca nacional, lo que les ha dado un halo de impunidad espeluznante. Denunciados en su momento en el Congreso de la Nación por el diputado rionegrense Martín Soria.
Han nacido al amparo, desde mucho antes de llegar a la gestión gubernamental, de gravísimos hechos de corrupción que la sociedad mira abstraída por el gran poder comunicacional de sus mentores.
Estamos inmersos en una podredumbre desmembradora del ser nacional, donde afloran otros delincuentes que insisten en sacar provecho de este lapsus histórico, que mandan a sus legisladores nacionales a apoyarlos en la destrucción del país, en aras de cuidar sus negocios personales. Pero nada de todo esto, puede terminar bien.
Existen fuertes realidades que van tras ellos, como el comisario norteamericano que atrapó y mató a los famosos desquiciados del norte, pero como son “enfermos” siguen en su nube de mal olor, despotricando contra propios y extraños, creyendo que al final zafarán de la Historia y de la Justicia.
La única herramienta poderosa que tenemos los que todavía creemos en la Constitución Nacional es el VOTO, que nos permitirá sacarnos para siempre este LASTRE EMBEBIDO EN ESTIÉRCOL, que necesita urgentemente afianzarse en la URNAS porque se sabe rodeado.
No habrá Patria ni Soberanía Nacional si no comprendemos con cabalidad el momento histórico que vivimos.
