TARTAGAL, Salta (Especial para EL SOL ABC-Por María Castro y Rubén Arenas). Un caso que esta ciudad no olvida, por la trascendencia en la vida pública y social de la capital del departamento San Martín y que el pasado 2 de febrero se cumplieran los 45 años de la desaparición forzada, seguida de muerte, del escribano y profesor Aldo Melitón Bustos. Un caso parecido al que le ocurrió a Santiago Maldonado, en cercanías de El Bolsón, sobre la ruta nacional 40, en agosto de 2017.
Nacido el 10/03/1935 en San Cristóbal, provincia de Santa Fe, Aldo Melitón Bustos realizó sus estudios secundarios en la Escuela Industrial de la Ciudad de Santa Fe. Como muchos chicos de su época le gustaba pasar las tardes concentrado en interminables partidas de ajedrez. Desde temprana edad comenzó a participar en la vida política, primero en centro de estudiantes de la Industrial, luego en la Facultad de Derecho de la Universidad del Litoral.
Bien se recibió de escribano público se radicó en la ciudad de Salta. Al poco tiempo abrió un estudio en la ciudad de Tartagal junto a otros abogados. Militaba en el PRT-ERP. Aldo era adscrito a la escribanía del Dr. Simensen, que falleció en 1973 y por este motivo Aldo realizó los trámites para obtener la titularidad de la escribanía. Durante el gobierno provincial de Álvaro Ulloa (de facto) y mientras Jorge Folloni era funcionario de rango ministerial de ese gobierno, le niegan la titularidad que solicitaba invocando antecedentes subversivos del peticionante.
Durante el año 1977 el escribano Bustos recibe múltiples amenazas de muerte, sospechando que estas se originaban en miembros del Ejército y más específicamente del RIM 28 de Tartagal y por temor a su vida viaja a Bolivia. Sólo dejando a su familia en Salta. Melitón no soporta esta separación y regresa decidido a terminar con la intriga. Se entrevista con Joaquín Guil y luego con Ríos Ereñú, que al parecer le dicen que con él todo estaba bien que no debía temer. Toma la decisión de regresar a Tartagal con su hijo Raúl.
Una madrugada del 2 de febrero de 1978, tocan a su puerta personas pertenecientes al Ejército, entre quienes estaba el coronel Arias que luego es identificado por su hijo. Lo llevan encapuchado para nunca más regresarlo.
Nota de El Tribuno
En nota de diario El Tribuno de Salta, el jefe de sección Policiales, Rubén Arenas, el 5 de febrero de 2018, lo recordaba así, ya que él es originario de Tartagal y sabía mucho del caso: “El 2 de febrero se cumplieron 40 años del secuestro y desaparición del escribano de Tartagal, Aldo Melitón Bustos. Se trató de una de las reconocidas figuras del ámbito público del norte salteño que sufrió las consecuencias del terrorismo de Estado que imperó en el país a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976.
Por su militancia política Bustos estaba sindicado por el aparato represivo de ser el jefe de una célula terrorista que operaba en la frontera norte. Por esta situación fue cesanteado como profesor de la escuela de comercio Alejandro Aguado y le negaron a la titularidad de la escribanía en la que se desempeñó como adscripto, tras la muerte de su titular. Eran tiempos del gobernador de facto Roberto Augusto Ulloa, quien invocó “antecedente subversivo del peticionante” para negarle el beneficio que por ley le correspondía a la víctima para ejercer la profesión.
A raíz de las múltiples amenazas y las permanentes persecuciones, Melitón Bustos decidió exiliarse en Bolivia. No soportó el desarraigo y mucho menos el abandono de su familia y por ese motivo decidió regresar a Tartagal. Para terminar con las intrigas se reunió con el entonces jefe del Regimiento de Infantería Monte 28 Tartagal, teniente coronel Roberto Felipe Domínguez. El militar le aseguró que no había nada contra él, que su vida no corría peligro. Con la ayuda de colegas abogados, Bustos abrió de nuevo su estudio, y en esa tarea estaba cuando en la madrugada del 2 de febrero de 1978 ocurrió lo inesperado.
Alguien tocó el timbre de su casa en la calle San Martín, en pleno centro de la ciudad de Tartagal. Su hijo Raúl, de 16 años, fue encañonado por tres hombres de civil apenas abrió la puerta y lo obligaron ponerse contra la pared. El escribano se levantó de su lecho en ropa interior y cuando descendía por la escalera apenas pudo exclamar “qué pasa…”. Los desconocidos dejaron al adolescente y fueron por él. En el estado en que estaba lo sacaron bajo amenaza y lo introdujeron a un auto estacionado en el acceso. Raúl llamó de inmediato a la pareja de su padre y en el auto de éste siguieron al vehículo en el que lo secuestraron. Antes de llegar a General Mosconi lo perdieron de vista y por ese motivo decidieron regresar al domicilio.
Horas más tarde Raúl comunicó lo ocurrido a su tío Heraldo Bustos y ambos se trasladaron al regimiento para requerir información. Fue en esas circunstancias cuando el chico reconoció a uno de los secuestradores. Se trataba del entonces teniente Carlos Alberto Arias. “Lo reconocí porque fue el primero que me encañonó aquella madrugada cuando abrí la puerta”, expresó Bustos hijo en el juicio a los imputados del crimen.
El secuestro y desaparición del escribano Melitón Bustos se produjo días después de que Domínguez dejara la jefatura del regimiento y se aguardaba la asunción de su reemplazante, Héctor Ríos Ereñú. La unidad militar estaba a cargo en forma interina del mayor Luis Ángel Gaspar Zírpolo, quien fue imputado como el principal responsable de lo ocurrido con el profesional.
El primer juicio
Luego de la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final dispuesta por el ex presidente Néstor Kirchner, la Justicia Federal de Salta dio apertura al primer juicio oral y público con el caso del escribano Bustos. Las audiencias se desarrollaron entre 2009 y 2010 en la que declararon más de 50 personas.
El principal testigo fue Raúl Bustos, quien recordó con lujo de detalles lo ocurrido la fatídica madrugada del 2 de febrero de 1978, cuando un grupo de tarea se llevó por la fuerza a su padre, al que nunca más volvió a ver. “Usted fue el que me apuntó con el arma cuando abrí la puerta, usted integraba el grupo que se llevó a mi padre aquel día”, expresó Bustos mirando a los ojos al coronel Arias en un pasaje de su escalofriante testimonio. Y agregó: “Nunca pude olvidar esa mirada y por eso cuando esa mañana fuimos con mi tío Heraldo al regimiento y lo vi de pasada, inmediatamente lo reconocí”.
En el juicio también declaró el ex gobernador Ulloa. El marino negó haber denegado la titularidad de la escribanía a Bustos y que haya tenido conocimiento de su desaparición. Lo propio hizo el ex ministro de Gobierno, Jorge Oscar Folloni, quien a través de una resolución había dispuesto la cesantía del escribano como docente de la escuela Alejandro Aguado.
Condenados a prisión perpetua
El Tribunal que juzgó a los coroneles Zírpolo y Arias estuvo integrado por los jueces Roberto Frías (f), Jorge Luis Villada y Marta Liliana Snopek. El debate concluyó el 14 de abril de 2010 con la condena a 20 años de prisión de los militares imputados por delitos de lesa humanidad.
El fiscal Eduardo Villalba y los querellantes particulares David Leiva y Tania Kiriaco, que habían solicitado perpetua para ambos, apelaron el fallo ante la Cámara Federal de Casación Penal. En octubre de 2012 el tribunal de alzada dejó sin efecto la condena a 20 años de los coroneles y los sentenció a perpetua. Para los camaristas que estudiaron el caso, Zírpolo y Arias fueron autores responsables de “privación ilegal de la libertad en concurso real con el delito de homicidio doblemente agravado por su comisión con alevosía, y con el concurso premeditado de dos o más personas, en carácter de coautores”. Kiriaco sostuvo que “en el juicio quedó probado que Arias fue el autor material del secuestro del escribano Bustos y que Zírpolo fue el autor intelectual de su desaparición”. A su juicio “la perpetua era la condena que la familia esperaba”.
Arias está detenido desde 2007 y cumple la condena en Campo de Mayo. La Justicia le denegó en varias oportunidades los pedidos de prisión domiciliaria. En tanto que Zírpolo fue beneficiado con la prisión domiciliaria por razones de edad y de salud.