PERÚ: opinión de Dr. Cieza causa controversia, porque muchos quieren quedarse con autoría de su excelente artículo

Este es el abogado Javier Cieza, quien dice que es el verdadero autor del artículo presentando como de autoría de César Hildebrandt. (Foto: Centinela Digital).
Este es César Hildebrandt a quien se atribuyó erróneamente columna de opinión. (Foto: Centinela Digital).
Este es el fiscal de Cuzco Eduardo Poblete, que también se declaró autor del mencionado artículo. Un rápido del Oeste de aquellos. (Foto: Centinela Digital).

LIMA, Perú (Especial para EL SOL ABC). Días pasados el artículo “Perdimos la batalla y perderemos la guerra” fue atribuido erróneamente al famoso periodista peruano César Hildebrandt, pero además fueron muchos otros los que publicaron en las redes sociales como autores del mismo.

Lo real, es que el referido artículo fue escrito por otro peruano, esta vez por el prestigioso abogado Javier Cieza, quien además aclara de cómo gestó ese artículo que está circulando en las redes sociales con autoría de Hildebrandt en el diario digital Centinela digital.com.

En el mismo, el periodista Jorge Moncada Mino, de Centinela Digital, es el que expresa: “ ‘Perdimos la batalla y perderemos la guerra’ es el título de un agudo artículo, escrito por el joven abogado lambayecano Javier Cieza, que desde unos días corre por las redes sociales, grupos de WhatsApp, y otros, consignado como autor a César Hildebrandt, quien no es, el que escribió este interesante artículo.

’’El texto, fue publicado el 5 de mayo del 2020, en la página oficial de Facebook, del Estudio Abogados Cieza & Falen – Chiclayo, desde donde Javier Cieza viene librando una colosal batalla virtual para hacerle conocer al mundo entero, que él es el propietario intelectual del escrito que falsamente están atribuyéndole a César Hildebrandt.

 ’’ Sin embargo, lo más preocupante de esta historia, es que vulgares plagiadores escondidos en la red, han publicado el artículo en distintas plataformas digitales, atribuyéndose la autoría”, dice el sitio web cuzqueño.

 

Un fiscal también

Mención aparte, es la del diario cusqueño, “Qosco Times” en donde también han subido el escrito, atribuyendo la autoría, al fiscal de Prevención del Delito de Cuzco, Eduardo Poblete Barberis, quien, en conversación con el editor de Centinela a través de r WhatsApp, intentó justificar con un habilidoso juego de palabras, que él, no había plagiado nada, sino “los que lo copiaron afirman autoría”.

 

Lo que dice el famoso artículo de autoría del Dr. Cieza

PERDIMOS LA BATALLA Y PERDEREMOS LA GUERRA!
un análisis crudo pero real

Los peruanos hemos enfrentado algunas guerras en nuestra historia republicana, y en la mayoría fuimos derrotados. Antes perdimos porque el enemigo tenía mejores armas y mayor número de soldados. Pero esta vez será distinto. Esta vez perderemos por los motivos más absurdos y vergonzosos.

Perderemos porque no aprovechamos una enorme ventaja que tuvimos: el factor tiempo. Cuánto desearían los italianos y españoles haber conocido la magnitud de esta epidemia con la misma anticipación que nosotros. Aquí, gracias a la prensa y las redes sociales, supimos desde enero que algo terrible estaba ocurriendo en China; pero pensamos que estaba demasiado lejos como para que nos alcanzara. Creímos que sería como aquellas epidemias que, de vez en cuando, se desatan en países africanos y nos confiamos en que pronto la ciencia le hallaría solución.

Perderemos porque, cuando llegó a Europa, mantuvimos la confianza en que aún seguía lejos y que tardaría mucho en llegar aquí, a pesar de que todos los días cientos de peruanos van y vienen, y que hacerlo les toma casi el mismo tiempo que viajar en bus de Chiclayo a Lima. Además, nos confiamos en que, si llegaba al Perú, el gobierno nos avisaría inmediatamente. Y así, recién a partir de entonces tendríamos cuidado.

Perderemos porque una vez anunciado el “caso cero” –y cuando el presidente inicialmente recomendó evitar las reuniones masivas– nosotros hasta hicimos colas para parrandear y lo justificamos desdeñosamente diciendo que recién había un solo infectado en el Perú y que la enfermedad mataba solo a los viejitos. Y ahora que el sistema de salud ha colapsado, resulta que se formaron dos largas colas: una donde trasnochamos esperando por una cama de hospital y otra donde pugnamos por comprar cajas de cerveza. Porque ni frente a la más grande calamidad dejamos de lado nuestros vicios.

Perderemos porque no somos como los habitantes de Vietnam, un país vecino de China y que tiene mucha más pobreza económica que el Perú. Allá, el primer infectado se detectó casi dos meses antes que en el Perú; ellos inmediatamente establecieron una cuarentena que funcionó en solo un mes, con unos cuantos contagiados y ningún fallecido a causa del virus. ¿Y por qué funcionó? Pues porque sus habitantes son responsables y disciplinados. No es casualidad que fueran el único pueblo en el mundo que enfrentó una guerra contra los Estados Unidos y la ganó.

Perderemos porque, cuando el gobierno peruano trató de imitar el ejemplo de ese país, nosotros los ciudadanos no tuvimos la capacidad para hacerlo. ¿Por qué? Pues porque somos indisciplinados, desordenados, rebeldes, insolidarios, egoístas, oportunistas, y un largo etcétera. Porque hace tiempo nuestros antepasados alcanzaron un nivel humano denominado cultura Inca; sin embargo, ahora nosotros hemos degenerado hasta un nivel llamado “cultura combi”. Somos reacios a acatar unas simples reglas de prevención e higiene, pero somos efusivos para atacar al gobierno y culparlo del desastre que nosotros mismos provocamos.

Perderemos porque no recapacitamos ni siquiera cuando llegaron videos de Guayaquil, Ecuador, que mostraban a la gente desesperada quemando cadáveres de sus parientes en las calles. Al verlos dijimos: “¡Qué terrible!… Pero no hay problema porque Vizcarra ya cerró la frontera”. Como si la muerte supiera de fronteras. Ahora vamos por ese mismo camino y hacia el mismo escenario, sobre todo en Lambayeque, Loreto, Lima. Entonces, ya es muy tarde, alguno de ellos será nuestro abuelo, nuestro padre, nuestro hermano… o nuestro hijo.

Perderemos porque tenemos miedo de ser contagiados por los muertos, por aquellos cadáveres que ya no respiran ni estornudan ni tosen y, por ende, no expulsan micropartículas de saliva –esas que contienen el virus–. Sin embargo, no tenemos miedo de interactuar con el vecino, con el bodeguero, con el comerciante, con nuestros clientes. Mientras no estornuden, presumimos que no llevan consigo el virus; y creemos que usar una mascarilla equivale a llevar puesto un traje de bioseguridad.

Perderemos porque fuimos al colegio solo a calentar carpeta; ello acarreó nuestra escasa cultura general. Cuando quisieron cavar una fosa común en un descampado de nuestro distrito, nos opusimos enérgicamente a ello argumentando que el virus saldría de los cadáveres, “caminaría” por el subsuelo y brotaría hacia la superficie para infectarnos. ¡Caray! No sabemos siquiera la diferencia entre un virus, una bacteria y una lombriz de tierra. Y probablemente hasta sintamos temor de que los cuerpos despierten como zombis por la noche y vengan hacia nuestras casas a atacarnos.

Perderemos porque creemos en las palabras de una niña, por el simple hecho que ella aseguró haber “conversado” con Dios. En cambio, no hacemos caso a las súplicas de nuestras autoridades, a pesar de que sus recomendaciones provienen de la ciencia. Porque todavía en estos tiempos, en vez de acudir a un médico, le confiamos nuestra salud a un brujo que nos ofrece yerbas, o a un pastor de iglesia solo porque nos asegura que Dios le dio poderes sanatorios.

Perderemos porque cuando fuimos al banco, donde se formaba una cola y la gente aún guardaba cierta distancia, nosotros aprovechamos el descuido de alguien para “zamparnos” en ella. Porque con nuestra viveza y criollada generamos desorden y provocamos que se formaran los peligrosos “trencitos”. Porque para nosotros comprar significa exigirle al vendedor que nos atienda primero e implica apegarnos al mostrador para evitar que otro se nos adelante.

Perderemos porque no somos empáticos. Porque un día enfermamos, nos detectaron el virus y nos ordenaron no salir de casa. Pero, al ver que nuestros síntomas eran mínimos, decidimos abrir nuestro puesto en el mercado y le vendimos nuestros productos al prójimo, quienes de yapa se llevaron el virus. Porque en nuestra farmacia multiplicamos hasta por cinco el precio del alcohol, pese a que las fábricas lo siguen produciendo con normalidad y casi al mismo precio de siempre.

Perderemos porque, una vez finalizada la cuarentena, volveremos a nuestra rutina. Nuevamente abarrotaremos el micro, la combi y el colectivo, con la mascarilla mal puesta y confiando en que el cobrador y el resto de pasajeros estarán sanos. Por prevención, saludaremos y despediremos a nuestros amigos chocando los codos; pero nos jugaremos con ellos una pichanga sin importar que nuestros gases pulmonares se entremezclen dentro de la cancha. Nos reuniremos a tomar unos tragos con ellos, obviamente cada quien con su vaso; pero en una de esas, “sin querer queriendo”, nos contagiaremos y llevaremos el virus a casa.

Perderemos porque, una vez que los restaurantes implementen el sistema de ventas por delivery, confiaremos en que el propietario será riguroso con su personal en la higiene y prevención del Covid-19. Sí, ese mismo restaurante que suele tener como huéspedes a cucarachas y ratas. Pero nosotros, al ver que su repartidor usa gorro, mascarilla y guantes, confiaremos en que todo está bien con la comida que nos llevaremos a la boca.

Perderemos porque pudimos haber ganado esta guerra en menos de un mes. Nuestro aparato económico pudo haber resistido y todas las actividades haberse restablecido con una mínima recesión. Pero simple y llanamente no quisimos. Preferimos ser los mismos de siempre; quizá hasta peores que nunca. Ahora se nos viene una de las mayores crisis económicas y sociales de la historia. Si antes del coronavirus ya abundaban la informalidad, la violencia y la delincuencia, lo que sigue es más que desalentador.

Perderemos porque, así como en el fútbol, para ganar una copa mundial no basta con mandar al campo once peloteros y pedirles que imiten el sistema de juego de los últimos campeones. Para lograrlo es necesario, además, contar con futbolistas de ese mismo nivel. Entonces, no se trataba de imitar una medida de aislamiento que funcionó en otros países; era necesario que nosotros actuemos como los ciudadanos vietnamitas, chinos, coreanos o japoneses. Pero no tenemos ese nivel cultural; esta vez, como nunca antes, nos hemos comportado como verdaderos peruanos.

 

Fuente:  Roberto Agustín Alvarado Florez