LOS CELULARES DEBEN ENTRAR EN EL DEBATE: el grado de violencia contra las mujeres y niños, puede encontrar en esos adminículos que parecen “inofensivos” el origen de muchos males

El misterio que guarda el cuerpo y alma de una mujer se han perdido con la minicomputadora, que no es aditamento más en la vida de las personas, sino que más bien "es el enemigo invisible". Se pide debate urgente sobre este acuciante tema. (Foto: Las 40).

BUENOS AIRES (Especial-EL SOL ABC). Muchos no logran entender por qué tantos femicidios, o por qué la mujer ha perdido esa aura de misterio que solía encender a los poetas, escritores, como musa inspiradora de millones de escritos.

Hoy nuestro “enemigo invisible” ha penetrado en miles de millones de hogares de todo el mundo: ah! Mirá que linda selfie; mirá cómo nos ven en Canadá la familia de Pablo instalada allí desde hace muchos años; o cómo también nos ayuda a hacer “negocios” legales e ilegales, con cualquier persona al otro lado de esta minicomputadora, que muchos creen que es un simple teléfono.

No señores, esta minicomputadora, donde las nuevas generaciones han nacido prácticamente con ella, necesita que la sociedad toda: universidades, escuelas secundarias, ongs, organismos del Estado, que tengan que ver con el cuidado de la familia, políticos, Partidos Políticos, padres de familia, etc., comience a debatir hasta dónde estos elementos creados por los “genios” norteamericanos son elementos de nuestra autodestrucción; y nosotros no lo sabemos.

Ya hay algunos especialistas, como sociólogos, filósofos, educadores y gente común que están dando las alertas sobre este crucial tema para las generaciones futuras. Al paso que vamos, somos pocos los que vamos a llegar vivos para “ver la verdadera epopeya que será desterrar de esta cárcel invisible inalámbrica en que nos ha encerrado el Imperio para vigilarnos, para manipularnos y ejercer directo control sobre nuestras actividades”.

 

Mucha exposición

Los jóvenes de hoy están expuestos a una dinamicidad de la vida, muy superior a las generaciones anteriores, donde los días parecen más cortos, las distancias no parecen existir y donde el celular “es el bastón del ciego” para hombres y mujeres que no pueden subsistir si pierden al “enemigo invisible”. Es por eso que las clases menos pudientes tratan de cometer delitos muy graves, como el robo y posterior muerte de las víctimas que van por la calle escuchando música o enviando una selfie.

Pero el grado más alto en la degradación en la vida de los jóvenes es haber perdido el pudor para mostrar todo, desde genitales, actos de sodomización, masturbación, sexo explícito y otra serie de aberraciones, que antes permanecían entre cuatro paredes, como parte de la intimidad de toda persona. Hoy es parte de la comunicación entre hombres y mujeres, donde el respeto es lo que menos se tiene. Por eso el hombre toma a la mujer como objeto de placer y deseo, y no le da el merecimiento y lugar que le corresponde. Allí entran a terciar los grupos de las redes sociales, donde se sabe si una mujer ha sido infiel a otro, o viceversa, donde se forma un estigma peligroso contra la mujer en mayor medida. Y por ello, las mismas son víctimas de salvajes ataques a su intimidad, a su modo de vida. Es allí que el hombre no lo piensa dos veces, o también por la instigación que puede recibir de grupos, que le dicen: “Mirá la foto de tu novia, con tal o con este otro”. Nadie mide las consecuencias. Así la crónica de muertes o violaciones está en aumento. Todo ello debe ser debatido, para encontrar las soluciones, las verdaderas. Ya no sólo en las “marchas del silencio o de las de #Niunamenos” se va encontrar las respuestas”.

Son las mujeres las que más permanecen con el celular. Sin querer viven en una cárcel invisible de la que es muy difícil rescatarlas. (Foto: Guioteca).

 

Para tomar en cuenta

Este es un artículo que reproducimos desde EL SOL ABC y que un medio español, precisamente El Español, donde el catedrático ahonda, mediante una carta, lo que nosotros describimos en párrafos anteriores:

Este es el profesor uruguayo Haberkorn, quien envió carta sobre su desolación ante el avance de los celulares y sus aplicaciones. (Foto: El Español).

El periodista y académico uruguayo Leonardo Haberkorn renunció a seguir dando clases en la carrera de Comunicación en la Universidad ORT de Montevideo, mediante esta carta que ha conmovido al mundo de la Educación:

“Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez. Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.

Claro, es cierto, no todos son así. Pero cada vez son más. Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos –aunque solo fuera para no ser maleducados– todavía tenía algún efecto.

Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal.

“Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen. Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.

“Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Sólo una estudiante entre 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía.

Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: “¿No era el canciller? Así con todo. ¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio.

¿Qué partido es más liberal, o está más a la “izquierda” en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio. ¿Saben quién es Vargas Llosa?

¡Sí! ¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno. Lamento que los jóvenes no pueden dejar el celular, ni aún en clase. Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado.

Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales. En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con la noticia de que todavía se venden diarios y revistas en las calles.

Llega un momento en que ser periodista te juega en contra. Porque uno está entrenado en ponerse en los zapatos del otro, cultiva la empatía como herramienta básica de trabajo.

Y entonces ve que a estos muchachos –que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre– los estafaron, que la culpa no es sólo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos.

Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.

Entonces, cuando uno comprende que ellos también son víctimas, casi sin darse cuenta va bajando la guardia.

Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante. No quiero ser parte de ese círculo perverso. Nunca fui así y no lo seré.

Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible. Y no soporto el desinterés ante cada pregunta que hago y se contesta con el silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Ellos querían que terminara la clase.

Yo también”.

Y son las mujeres grandes, las que tienen mayor experiencia, son las que tienen que salir a preguntarse: ¿no estarán siendo estas minicomputadoras el origen de nuestros males? ¿No serán estos aparatitos “inofensivos” el principal percutor de la violencia desatada en las calles y en los hogares?

El hecho es que debemos comenzar con el debate y no corrernos de él, porque luego cuando el mal llegue a tu casa todo lo que hagas será demasiado tarde.