Mauricio Macri renunció a varias premisas con la elección de Miguel Ángel Pichetto. Con la prioridad de mostrar amplitud y de calmar al círculo rojo, que dudaba de su capacidad de aceptar nuevas propuestas, se alejó de lo que había sido fundamental en su relato. Ahora, el juego es la polarización y la repetición de dos candidatos fuertes, sin lugar para un tercer espacio.
Principalmente, dejó de lado su furibundo antiperonismo. Si bien en el PRO siempre remarcaron que algunos de sus dirigentes “vienen del peronismo”, no eran figuras centrales en las boletas. Ahora, el candidato a vicepresidente de Cambiemos se considera de ese espacio y dijo en su discurso de aceptación de la propuesta que convocará a más “compañeros del peronismo” para que se sumen a la propuesta. Si bien en el oficialismo consideraban que el antiperonismo venía creciendo, la elección de Macri va por el otro lado.
Pero también el macrismo insistió por años que el presidente representa “lo nuevo” y que quienes lo acompañaran debían mostrar ser una renovación de la política. Es, de hecho, una de las pocas cualidades que resaltan algunos de los voceros oficialistas.
Por último, Macri eligió a un candidato bien del círculo rojo, con pocos votos propios, pese a que los principales asesores del presidente digan una y otra vez que “la gente” no vota a quienes pertenecen a ese submundo.
Esta vez, el oficialismo corrió de atrás a la oposición, que ya eligió hace casi un mes su fórmula. Macri vuelve a apostar a la polarización.