Inteligencia estratégica: Coronavirus, escenario B

Italia, uno de los lugares más castigados junto a España por la pandemia, que ahora desde lo económico se piensa debatir que el capitalismo occidental no puede seguir más, donde unos pícaros viven a costilla de los demás. Hay un "escenario B". (Foto: Facebook).

LONDRES, Inglaterra (Especial-Ekai Journal). Todos los analistas económicos y políticos apuntan a que luego de la pandemia todo tenderá a cambiar. No lo piensan así los equipos guerreros y asesores desalmados de Donald Trump, que ven que EE.UU. ha dejado de ser la primera potencia del mundo y como “niño al que le quitan los juguetes”, berrea y zapatea de bronca y está dispuesto a hacer “cualquier cosa para recuperar sus juguetes”.

Esta es la descripción que hace Ekai Center, mediante un “paper working”, si la situación se desmadrara tanto en lo económico en el mundo, que lo ha llamado “Coronavirus, escenario B” y estos son los puntos que arroja esa investigación:

 

  1. Llamamos Escenario B al escenario “catastrofista” que se generaría en el caso de que el impacto económico directo del parón productivo generado por la epidemia COVID-19 se convirtiera en detonante del estallido de los problemas estructurales acumulados por la economía occidental. No es un escenario del todo improbable, por lo que parece oportuno comenzar a analizarlo, aunque sea al nivel de hipótesis.
  2. Los motivos para esa confluencia parecen claros. La deuda occidental acumulada –hasta un 300 % del PIB- podría incrementarse este mismo año, según algunas estimaciones, hasta el 340 % ó 350 % (342 % según estimaciones del IIF- Instituto Internacional de Finanzas) ¿Cómo se va a financiar este endeudamiento? Por supuesto, como viene siendo habitual, mediante el apoyo directo o indirecto de los bancos centrales. El otro factor clave para el posible estallido es el de la situación del sector bancario, sobre la cual ha alertado de forma alarmante el Fondo Monetario Internacional.
  3. Las hipótesis que pueden abrirse sobre el impacto de este posible estallido son numerosas y dependen tanto de las primeras reacciones de los mercados financieros como de las medidas políticas que se adopten desde gobiernos y bancos centrales.
  4. Las grandes crisis son también –en ocasiones- momentos clave para generar cambios políticos que permitan reformas estructurales. Esas reformas que tanto se prometieron en la crisis del 2008 y que no se produjeron. El que estas reformas no se hayan producido hasta ahora no debe sorprendernos, especialmente en la medida en que son reformas estructurales que afectan directamente a los núcleos de poder real de Occidente. Núcleos de poder que, lógicamente, no van a autodestruirse salvo que se les obligue a ello.
  1. El primer ámbito de reforma estructural es, sin duda, el monetario. La “nacionalización” de bancos centrales hasta ahora sometidos a los intereses de los grandes bancos sería una medida imprescindible en el actual contexto. Imprescindible a la vez que improbable. A falta de esta “nacionalización” los bancos centrales continuarán haciendo lo que han hecho hasta ahora: defender a toda costa la estabilidad de los grandes bancos y las grandes corporaciones internacionales y, en segundo término, evitar la desestabilización política europea.
  2. El estallido del papel del dólar en la economía internacional es otro escenario previsible en este Escenario B, que fácilmente vendría acompañado por la sustitución del actual dólar y el actual euro por nuevas monedas “duras”, basadas en algún tipo de soporte real, ya sea oro, materias primas, criptomonedas o algún sistema de blockchain.
  3. El posible estallido de la deuda acumulada por Occidente podría perfectamente obligar a sistemáticas cancelaciones de deuda pública y privada y, en paralelo a una reestructuración radical del sistema bancario. Una reestructuración de fondo del sistema bancario sería una medida técnicamente esperable en la situación actual. Sin embargo, salvo una verdadera revolución política, ciertamente complicada.
  4. Desde un punto de vista técnico, esta reestructuración del sector bancario – como EKAI Center viene exponiendo- debería, junto a la reforma estructural de las políticas monetarias, incorporar la separación estricta de las funciones de gestión de depósitos, crédito social y productivo y crédito especulativo.
  1. Sin embargo, a nadie se le escapa que objetivos de eficiencia similares pueden conseguirse, de forma técnicamente más directa, tal como vienen haciendo los países emergentes, a través de la nacionalización de la banca. O, si se prefiere, de la nacionalización de la banca “no cooperativa”. Ahí va como mensaje para los gobiernos que se atrevan … o que no tengan más remedio.
  2. Otro evidente reto estructural, al que ya están apuntando países como Francia o Alemania, es el de las grandes empresas. Por necesidad o por estrategia, de forma temporal o permanente, distintos gobiernos están apuntando a la posible conveniencia de nacionalizar grandes empresas de su respectivo país. A nadie se le escapan las enormes dificultades políticas de estas medidas, que sólo el indicado escenario “catastrófico” haría posible sin un cambio político.
  3. Hay dos razones básicas detrás de estos posicionamientos manifestados por gobiernos como los de Francia o Alemania. Por un lado, el alto riesgo de que caídas de estas grandes empresas provocaran fallos estructurales en el conjunto de la actividad económica. Por otro lado, la posibilidad real de que, ante el hundimiento económico de los países sobre-endeudados de Europa y Norteamérica, las grandes empresas fuesen progresivamente absorbidas por otras de los países emergentes y, fundamentalmente, de China.
  4. A nadie se le escapa que la nacionalización de las grandes empresas estratégicas o de capital intensivo puede ser no sólo una necesidad en estecontexto, sino también una extraordinaria oportunidad para recuperar la inversión y el dinamismo económico hace tiempo perdidos por Occidente.
    1. Europa y Estados Unidos lo tienen cada vez más difícil para evitar cambios políticos estructurales. Pero intentar hacer frente al que hemos planteado como Escenario B sin cambios políticos fundamentales puede ser suicida para Occidente.